Iago es autista. Nació en Verín hace 21 años, pero reside desde muy pequeño en Vigo, donde empezó su educación en un colegio ordinario. A los seis años se dio cuenta de que era un niño singular. "No era muy bueno en matemáticas, además me aburría, porque allí no había jardín. Yo era diferente a otros niños", comenta. Así que se trasladó a Menela, en Alcabre, un centro de educación especial para niños autistas, muchos sin la capacidad del habla. Tampoco él hablaba al principio, pero empezó a hacerlo a los 4 años. "Me gustaría poder hablar con los niños, porque algunos pueden y otros no, y a veces es aburrido", asegura.

En su caso, "sus capacidades cognitivas son las de un alumno de primero de Primaria", comenta Ana, la que fue su profesora en el centro. Ahora, además de cómplices de juegos y bromas, también son compañeros de trabajo, y es que Ausolán, la empresa de catering que da de comer a los alumnos, le contrató tres horas al día como ayudante de cocina.

Pero su labor en la Fundación Menela va más allá. Sirve de apoyo al resto de profesores y hace labores de mantenimiento en el centro, una agenda meticulosa que se sabe de memoria. De sus ocupaciones, limpiar cristales y cuidar el jardín son sus preferidas.

Además de sus padres, tiene dos hermanos más pequeños que él, pero fuera del centro con quien comparte más tiempo es con su abuela, con la que juega al parchís y da paseos. Precisamente, que su abuela no se muera es su principal deseo, además de tener una cafetera profesional y poder seguir trabajando en el centro. Ahora ahorra también para viajar a Madrid y a San Sebastián, "porque allí los bares tienen muchas tapas", asegura. Nunca fue a un país extranjero, pero le gustaría conocer Estados Unidos, "porque sigo a Katie Perry y Jennifer López", aunque, sin duda, su mayor ídolo es la meteoróloga de Televisión Española, Mónica López, a quien se atreve a imitar con las fotos de isobaras y mapas que ocupan un lugar privilegiado en su espacio de corcho que tiene en el aula con su nombre.

Iago está satisfecho con sus talentos y conoce sus limitaciones. Sabe lo que quiere y lo expresa sin tapujos, por eso confía en que su segundo hogar, el colegio de Menela, no cierre sus puertas. Se lo pide a la Xunta, ante la posibilidad de que los escolares con necesidades se vean obligados a integrarse en centros ordinarios, y los lugares de educación especial sean clausurados. "Si cierra el centro, todo se fastidia", se lamenta Iago.

Así es el especial mundo de un chico autista, pero feliz, y es que "la madurez es para la fruta, yo estoy bien así", confiesa.