"Lo mejor que le puede suceder a un restaurante es contar con una especialidad con denominación de origen, privativa e intransferible, que le identifique y le aporte personalidad y exclusividad", aseguró Mª Ángeles López de Celis refiriéndose al que sin duda es el postre estrella del conocido y exclusivo restaurante Horcher de Madrid, el "baumkuchen" o pastel de árbol, un dulce alemán que el crítico José Carlos Capel calificó de "pieza de artesanía", un postre curioso ya no solo por la forma que le da nombre, sino porque no lleva harina.

Su receta está incluida en la última novela de López de Celis, "Los Horcher" (La Esfera de los Libros), junto con otras exquisiteces de la carta del restaurante alemán, abierto en 1943 en la calle Alfonso XII, frente a los jardines del Parque del Retiro. Se trata de la historia de una saga familiar, los Horcher, que comienza en 1904, cuando Gustav Horcher hace realidad su sueño y abre un restaurante en el corazón de Berlín. Sin embargo, dos guerras mundiales y el régimen de Hitler harán que la vida de esta familia dé un giro. "En 1943, huyendo del conflicto, Otto, hijo de Gustav, conseguía trasladarse con su familia: su esposa Elisabeth y su hijo Gustav, de tres años, y algunos de sus empleados, a una España en plena posguerra para inaugurar de nuevo un restaurante, aprovechando la neutralidad ficticia del régimen de Franco", explicó la escritora en el Club FARO.

Desde entonces, el restaurante ha permanecido inalterado en la calle Alfonso XII, frente al Parque del Retiro, cerca de la Puerta de Alcalá, regentado primero por Otto, después por su hijo Gustav y finalmente por Elisabeth. "Entrar en el Horcher es como viajar en el tiempo", aseguró López de Celis, quien añadió que este restaurante forma parte ya de la historia madrileña. "Horcher es ya, por méritos propios, patrimonio de Madrid, patrimonio nacional", dijo.

Por sus salas han pasado reyes, príncipes, embajadores, artistas, toreros y los principales representantes de la política mundial, aunque en el libro no se nombren. "El restaurante tienen decenas de libros de visitas, con cientos de visitantes ilustres. Decidimos que como no podíamos citar a todos, no citaríamos a nadie, porque los obviados podrían sentirse ofendidos, y algunos que fueran citados, también", explicó su autora, que ha sido miembro de la Secretaría de los primeros cinco presidentes del Gobierno de la democracia.

Ficción y realidad se entremezclan en esta novela, la primera de corte histórico de López de Celis, en la que ha trabajado mano a mano con Gustav Horcher, de 78 años, y su hija Elisabeth, de 37, durante un año. Las páginas de este libro son un recorrido por la historia más reciente de Europa y de España a través de esta saga familiar, en la que se entrecruzan historias de espías y contraespías, en el Madrid de la posguerra, el estraperlo y las cartillas de racionamiento.

Como en todas sus novelas, López de Celis rinde homenaje al periodismo, profesión de la que se confiesa admiradora, por lo que uno de sus personajes es un periodista. En esta ocasión, Owen Sullivan, corresponsal en Madrid de "The New York Times" y, además, agente de los servicios secretos estadounidenses. Porque el espionaje y contraespionaje juegan un papel importante en una ciudad donde locales como Horcher, Embassy, el hotel Ritz, Chicote y Balenciaga son centros de poder y decisión de aliados y nazis. "Los Horcher fueron acusados en varias ocasiones de colaborar con el régimen nazi. Otto Horcher tuvo que huir y estuvo viviendo una temporada con una familia falangista y después en un monasterio de Salamanca, hasta que la caza de colaboracionistas nazis perdió interés", explicó.

Según la escritora, la duda sobre la connivencia con Hitler y el nacionalsocialismo responde a que un restaurante tan exquisito solo podía estar al alcance de un sector muy selecto de la sociedad alemana y los clientes asiduos, además de la aristocracia del momento, eran miembros de la cúpula de la Wehrmacht [las fuerzas armadas alemanas]. "Pero los Horcher hicieron lo que tenían que hacer y lo que cualquiera hubiera hecho en sus circunstancias: salvar la vida. Otra cosa hubiera sido un suicidio. La coyuntura de un país y una época marcan la vida de sus ciudadanos y a nadie se le puede exigir que sea un héroe. En España, durante la dictadura, los republicanos levantaban el brazo al paso de Franco. ¿Qué otra cosa podían hacer?", planteó. Además, la buena relación de la familia con la cúpula nazi le permitió salvar la vida a varias personas, de otra forma hubiera sido imposible, según Mª Ángeles López de Celis. Una de estas personas fue Victor Ross, un dibujante judío.