Educar en la bondad, en la generosidad y la amabilidad es la propuesta que plantea la pedagoga Nora Rodríguez en su nuevo libro, "Educar para la paz" (Kairós), para cambiar el mundo. "Tenemos que reeducar lo humano para que no nos trague la tecnología, no tenemos otra opción", dijo la experta ayer durante su intervención en Club FARO, en la que desgranó su nuevo trabajo y también contó las iniciativas que la han convertido en un referente mundial de la educación.

Directora del proyecto "Happy Schools Institute. Neurociencias y educación para la paz", Rodríguez explicó la importancia en educar para la felicidad responsable poniendo el foco en el aspecto social. "La felicidad responsable no solo es el título del libro, es una idea", contó la escritora, que diferenció este concepto de lo que calificó de "felicidad inmediata". "Cuando estamos tristes nos comemos un helado de chocolate y se genera dopamina que nos dura lo que puede durar el helado, poco más. Sin embargo, cuando yo entiendo que mi bienestar no está reñido con el bienestar de los demás y somos amables o generosos, con solo ofrecer una sonrisa se genera dopamina durante ocho horas", aseguró.

Y es que, apuntó, estudios científicos demuestran que la bondad es innata en los humanos, al igual que la justicia social, ya presente en los bebés de 6 a 9 meses. "La empatía es como el wifi que tenemos en nuestras casas y es lo que nos permite conectar con los demás, lo dice la ciencia y es algo maravilloso", afirmó durante una apasionada conferencia en la que ofreció ejemplos de experimentos con niños de corta edad en los que se demuestran estas capacidades innatas.

"Hoy en día sabemos que los seres humanos somos increíbles y bondadosos y es algo que está en nuestro cerebro, lo dice la ciencia, eso significa que no estamos solamente preparados para que el mecanismo de selección natural sea darnos codazos sino que hemos continuado viviendo porque nos hemos cuidado entre nosotros", insistió.

Sistema obsoleto

El reto, por lo tanto, es trasladar eso a la educación ya que, sostuvo, el sistema actual hace más de quince años que está obsoleto. "Durante estos últimos trescientos años hemos tenido un estilo de escuela concreto porque necesitábamos que los alumnos trabajasen en las fábricas, que fuesen sumisos, obedientes y estuviesen bien alimentados. Eso es lo que rigió la escuela desde hace tanto tiempo, lo de que la letra con sangre entra", resumió. Sin embargo, tras la irrupción de las nuevas tecnologías, la era digital ha cambiado todo. "Nos ha hecho pensar si conviene seguir educando así o en un modelo que les permita a los niños adaptarse rápido y resolver las cosas y es que hay que educar de otro modo porque necesitamos construir una sociedad mejor", afirmó.

El objetivo es "educar la humanidad". "Cuanta más tecnología hay, más tiene que aparecer el ser humano", manifestó Rodríguez, que desdeñó el modelo que prima el individualismo y la competitividad.

Por el contrario, aboga por enseñar a los más pequeños a "aprender a ayudar para luego poder colaborar" sin renunciar, precisó, a algo también muy importante como es el esfuerzo.

Ella lo hace desde que, contó, comenzó a trabajar a los 23 años como maestra de infantil en una clase con niños en situación de vulnerabilidad. "Ellos necesitaban saber que valían y por ello creé sistemas de ayuda mutua y con ello aprendieron a desarrollar sus habilidades", explicó la experta, que admite que ya entonces -ahora tiene 58 años- comprendió que la educación sería su vida. No en vano, una de sus propuestas más reconocidas a nivel internacional es "despierta el cerebro social de un niño y despertarás sus talentos".

Pionera en el estudio de la violencia en las aulas en España, rememoró con ironía que cuando publicó su libro "Guerra en las aulas", en 2004, le decían que eso, el acoso escolar, no existía en nuestro país. "El problema es que dejamos el aspecto social y humano fuera de las aulas", lamentó la pedagoga, que cree que el sistema actual está "educando al revés". "Cuando les enseñamos a los niños ser agradecidos, una conducta ética, entonces es cuando sube la escala académica", enfatizó, para acto seguido apuntar que "no basta con educar en valores una vez por semana" sino que hay que enseñar a los niños a ser agradecidos y generosos como hábito. "¿No queremos que los niños sean la palanca de cambio del mundo? Son ellos quienes pueden modificar a la familia", insistió.