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Los Óscar 2019

Hollywood se aferra a "Green Book"

La Academia impide que Netflix se corone con la mexicana "Roma" y concede el premio gordo a la conciliadora película sobre racismo en una gala sosa

Hollywood se aferra a "Green Book"

Negros presagios se cernían sobre los Óscar con la muerte del último gran cineasta del Hollywood dorado: Stanley Donen. Y la gala (cansina, abotargada, impresentable a veces y no sólo por carecer de presentador) fue un prodigio de elocuencia sobre el tiempo que vivimos. Por fúnebre, timorata e incoherente. Asustados por el poder de la plataforma digital Netflix, los académicos de Hollywood decidieron que la mejor película no podía ser la mexicana "Roma" y le dieron el premio gordo a una nadería que sólo se recordará por el formidable trabajo de Viggo Mortensen: "Green Book". Una cinta que muestra las entrañas podridas del racismo en la América profunda antes de poner planos calientes y convertir la historia en un amable y exportable cuento de Navidad en la abierta y tolerante Nueva York.

Buenismo a paladas sobre la lacra del racismo, una cinta correcta en lo formal y con buenos momentos aquí y allá pero que no supera al escalón de tantos telefilmes de clase media. Como en otras ediciones donde la política maneja muchos hilos, la cordial cinta de Peter Farrelly se aprovechó de estar en el sitio justo en el momento adecuado.

Se podía haber apostado por un cine más audaz y nadie hubiera protestado ("La favorita", "Vice") pero... ¿"Green Book"? No es que "Roma" sea la octava maravilla del mundo, de hecho es la película más sobrevalorada de los últimos tiempos, pero en sus mejores hallazgos hay más cine que en diez "Green Book" juntas. Y de esa mala conciencia nace la distinción al mejor director, a la mejor fotografía y a la mejor cinta de habla no inglesa, a costa en este caso de esa obra maestra que es "Cold war".

Nada que objetar al galardón a Olivia Colman, majestuosa en "La favorita", y estaba cantado (perdón por el chiste fácil) que Rami Malek, aunque no sea suya la voz en las canciones, batiría al enorme Mortensen, a Christian Bale y a Willem Dafoe. "Bohemian Rhapsody" ha ganado mucho dinero y tiene millones de fans devotos que pasan por algo el edulcoramiento que hace la película del Freddie Mercury real. Regina King está sobresaliente en la menospreciada "El blues de Beale Street". Nada que objetar. No se entiende muy bien que Mahershala Ali sea el mejor actor de reparto por "Green Book" cuando su papel es de coprotagonista, no secundario. Quizá la Academia ya barruntaba que hubiera sido un poco ridículo que la mejor película no obtuviera alguna estatuilla más.

Spike Lee, que tiene títulos memorables en su filmografía, se benefició también de la política estrambótica de compensaciones, como cuando ensalzaron a Martin Scorsese por un título menor tras dejar pasar sin reconocimiento sus obras mayores. El guión adaptado de "Infiltrado en el KKKlan" es poka kosa, aunque más sangrante es que se premiara como guión original a "Green Book" desbancando al prodigioso Paul Schrader de "El reverendo" o el robusto andamiaje de Adam McKay en "Vice" ("El vicio del poder").

La gala de la 91.ª edición llegó precedida de varios tropezones llamativos: que nadie quisiera presentarla tras la renuncia de Kevin Hart, que se intentara postergar algunas categorías a las pausas publicitarias o que se lanzara el globo sonda de un Óscar popular (de ahí que se metiera con calzador "Black panther" en la terna principal). Se pretendía aligerar la velada, que durase menos y fuera más ágil. Olvidan que no es un problema de cronómetro sino de contenidos. En cualquier caso, las cifras de audiencia mejoraron: la gala fue seguida en vivo por 29,7 millones de espectadores de media en EE UU, un incremento del 12 por ciento.

La alarmante falta de estrellas grandes (la alfombra roja fue un erial), la excesiva duración de algunos discursos y la falta de gancho en ciertos casos (Malek sólo destacó por caerse, y hacía daño al cinéfilo ver en la cumbre a Farrelly, el hombre que pasará a la historia por el gag de Cameron Diaz usando semen como gomina) se sumó a la mediocre actuación de lo que queda de Queen. Pocos presentadores se lucieron. Maya Rudolph, Tina Fey y Amy Poehler se ganaron a pulso ser las maestras de ceremonias el próximo año. Impresionante la aparición de Melissa McCarthy para presentar el mejor vestuario. Vestida como la reina de "La favorita" y escoltada por conejos de peluche ayudándose de uno de ellos a modo de marioneta. Por cierto, la reina "auténtica" en la pantalla, Olivia Colman, fue de las mejores en simpatía y tuvo el detalle de mencionar a Glenn Close, siete veces nominada. Decepción fatal.

Lady Gaga y Bradley Cooper se marcaron un Amaia/Alfred interpretando muy juntitos al piano "Shallow", la canción con la que ella ganó luego el "Oscar". Emocionada y emocionante, la artista dijo en su discurso que "si tienes un sueño, lucha por él. Hay una disciplina para la pasión, y no se trata de cuántas veces te rechazan o te caes o te golpean. Se trata de cuántas veces te levantas, eres valiente y sigues adelante". Y Javier Bardem tuvo las agallas de hablar solo en español con un mensaje punzante incluido a Trump.

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