"El cerebro de un adolescente es como un Ferrari, pero las emociones llevan el volante", aseguró la periodista y especialista en inteligencia emocional Susana Fuster ayer en Club FARO. "¿Saben cuánto tiempo necesita ese coche para pasar de 0 a 100 kilómetros por hora? Exactamente 2,9 segundos", ejemplificó en alusión a los también repentinos cambios de humor y ánimo que se viven a esas edades. "Los adolescentes tienen un potencial enorme, pero es el sistema límbico el que lleva el control del cerebro", indicó la autora de "Hijos que callan, gestos que hablan" (Espasa), un libro que pretende proporcionar a los padres claves que les ayuden a superar "la asignatura pendiente" de comprender los gestos y la comunicación no verbal de los adolescentes. Y entre las tareas de los progenitores, la experta priorizó saber cómo funciona el cerebro de un adolescente.

La terapeuta y directora del espacio Gimnasia Emocional, Isabel Goberna fue la encargada de introducir la conferencia, en la que se puso de manifiesto que la adolescencia es una etapa complicada, en la que aflora la falta de comunicación entre padres, madres e hijos. En clara sintonía con el público, que participó activamente, Fuster coincidió en la respuesta más unánime entre los adolescentes: "no me pasa nada". "Detrás de ese nada, hay mucho", arrancó la experta, "todo, absolutamente todo, comunica".

Y es que los adolescentes revelan muchas cosas con su cuerpo, su mirada, su voz o incluso el vestuario que llevan. Así que Susana Fuster dio recetas y claves para conocer el mundo gestual de los jóvenes a los asistentes. Sobre todo, insistió en la importancia de que los padres "empaticen" con sus hijos e hijas.

"La buena noticia es que todos hemos sido adolescentes; la mala es que se nos ha olvidado", aseveró la autora, que agrega que, aunque se trata de una "etapa de formación en la que buscan su autonomía, los adolescentes siguen necesitando el contacto con sus padres". "Seguimos siendo los espejos de nuestros hijos y nuestras emociones son altamente contagiosas", aseguró. "En la medida en la que aprendemos a mejorar la comunicación con él y a interpretar todas esas señales no verbales que nos está enviando, va a resultar mucho más sencillo conectar".

La experta aludió a cuatro claves para interpretar el lenguaje no verbal de los adolescentes, bajo la premisa es que todo comunica. Por eso aludió a la importancia de desarrollar la capacidad de observación de los padres.

En ese sentido, la licenciada en Ciencias de la Información y formadora en análisis no verbal y coaching aludió a ocho canales no verbales de comunicación que hay que observar. Entre ellos están las expresiones faciales, los gestos, la postura corporal, el uso del espacio, el contacto físico, su apariencia, su voz y su mirada? Eso sí, "no hay un diccionario universal de gestos ni se pueden interpretar de forma aislada", aconsejó.

"Lo más importante es detectar si existe incoherencia entre lo que expresa su cuerpo y lo que dice", aseguró. También, para la comunicadora es importante no detectar alteraciones en su comportamiento habitual. Es decir, resulta clave saber cómo se comporta el chico o chica a diario. "Cualquier cambio de comportamiento es como un interruptor de alarma que se enciende y nos está diciendo que algo puede estarle sucediendo".

Del mismo modo, Fuster defiende que las manos y el rostro son las partes del cuerpo que tienen más relación con el cerebro y nos van a dar más información sobre cómo se puede encontrar el adolescente.

Entre los movimientos inconscientes para gestionar sus emociones, la experta aludió a los gestos "manipuladores". Se trata de gestos que realizan de manera inconsciente ante un hecho, pensamiento o conversación que le incomoda, molesta o genera ansiedad. Denotan cierta inquietud y se hacen, precisamente, para aliviarla. Puede ser rascarse o frotarse alguna zona de la cara, o llevarse la mano al cuello; morderse las uñas, acariciarse o frotarse las piernas, pasarse los dedos por el pelo o enroscarlo o tocarse los dedos de las manos y pellizcarse las uñas. "Nos tenemos que fijar en los gestos inconscientes", confesó, Cada uno de ellos denota emociones distintas. Reconocer las emociones fue otra de las propuestas prácticas de Fuster, que se valió de imágenes. "Hay emociones (las siete básicas) que todos los seres humanos expresamos en el rostro", ilustró. En su libro, Susana Fuster da consejos sobre cómo mirar para saber si son sinceras esas emociones.