La directora del Máster en Comportamiento no verbal y detección de la mentira (que se imparte en la UDIMA Universidad a Distancia de Madrid y la Fundación Behavior&Law), Susana Fuster, también abordó -precisamente- la detección de mentiras. Eso sí, después de aclarar la gran dificultad que entraña en muchos casos y lo clave que resulta conocer bien al adolescente para percibirlo. Precisamente, en uno de los capítulos del libro, titulado "La verdad sobre las mentiras", se ocupa en uno de los aspectos que más suele angustiar a los progenitores y apunta algunos "indicadores" -como la mirada fija o determinadas microexpresiones faciales, entre otras- que pueden ayudar a descubrir los engaños.

En general, durante la conerencia aludió a que ese joven "va a gesticular menos, porque está haciendo un esfuerzo cognitivo tan grande, al elaborar esa mentira, que hay cierta rigidez en el cuerpo". La voz más aguda y la cadencia de los parpadeos (menos mientras enuncia la mentira), también son señales no verbales. Y, entre los mitos que quedó desmontado por Fuster se encuentra el hechod e que el mentiroso sí mira a los ojos. Lo hace, según la experta, para valorar el grado de credibilidad que tiene su relato con su interlocutor. Y entre sus consejos, citó la comunicación: "un estudio evidencia que en las familias más cohesionadas, se registran menos experiencias de engaño entre hijos y progenitores", explicó. Arquear las cejas por la parte interna o más tensión en los párpados también denotan tristeza, una de las informaciones corporales, avanzó, más difícil de fingir. Pero por el lado más positivo, la experta desveló que hay posturas "poderosas" que inequívocamente envían información positiva al cerebro y aconsejó a los asistentes promoverlas.Entre ellas se encuentras las que hacen al cuerpo ocupar más espacio.