Alita desplumada
El planteamiento Pinocho se enlaza con el universo manga
tino pertierra
Comparte "Alita" con "Mortal engines" la condición de megaproyecto licuado por un cineasta todopoderoso que delega sus funciones en profesionales afines y dóciles, quizá porque el desarrollo no les llenó lo suficiente o por avatares de agenda. Si Peter Jackson dejó los bártulos al gris Christian Rivers, James Cameron ha optado por un realizador con trayectoria ya considerable como Robert Rodríguez, aunque cueste encontrar en ella algo más que películas vistosas y cosidas con oficio pero irrelevantes en su mayoría, mariachis incluidos. Alguien curtido y de mirada impersonal que da lo mejor de sí mismo en la acción descontrolada, feliz en la vorágine. Aquí, esa cualidad queda sepultada bajo capas de efectos digitales y comodonas peleas de sofisticada chatarra.
No es difícil rastrear en "Alita: Ángel de combate" algunas inquietudes identificables con Cameron, desde "Terminator" hasta "Avatar" pasando por "Titanic" (véase el final). Maquinarias letales, civilizaciones en ruinas, apocalipsis en la memoria, identidades confusas en busca de respuestas (¿quién soy?, ¿de quién es este cuerpo?), amores imposibles de resonancias trágicas. El planteamiento Pinocho (o Frankenstein, si se prefiere la variante más terrorífica) se enlaza con el universo manga en una decisión que termina siendo un lastre insalvable: sí, esos ojos enormes de la protagonista y el rediseño digital son un pegote que la hacen artificial y la vuelven artificiosa, lo que no molesta en las escenas de acción pero hace poco creíbles aquellas en las que se supone que deben aflorar sentimientos y las emociones (si aparece Christoph Waltz, más aún). Incluso el ubicuo Mahershala Ali está fuera de lugar, sobre todo en un encuentro final que no se lo cree ni el tato.
Después del palo, un poco de zanahoria: las secuencias en plan rollerball son espectaculares, hay inesperados momentos de violencia metalizada, el escenario de la ciudad de hierro posee una belleza oxidada notable y hay un plano precioso de una lágrima cortada en dos por una espada.
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