"Todos los consejos que se dan en el duelo, sobran. El único que hay que dar es que escuches lo que quieres hacer y, si te atreves, hazlo", aseguró ayer en Club FARO el psicólogo y teólogo Valentín Rodil Gavala, que aportó las claves sobre cómo "navegar" el duelo (un tiempo para deshacer los nudos de nuestra vida). Contestaba así a una consulta sobre las tan manidas recomendaciones: "sal", "diviértete"... que le planteó el sacerdote y periodista monseñor Alberto Cuevas, quien se encargó además de la introducción de la conferencia.

"Nacemos desnudos y necesitamos abrigo. Nos abrigamos con los afectos iniciales en la familia, con amigos más adelante, con cosas materiales que nos hacen sentir más arropados, con actividades, con trabajo y, poco a poco, con creencias sobre la vida y relaciones afectivas nuevas. Con estos apoyos, aprendemos a relacionarnos, a generar proyectos vitales, a sentir y ser alguien [...] Lo que llamamos la pérdida es una forma de cambiar que genera un estado de inseguridad profundo, cuanto más afecte a esa casa de seguridad que nos hayamos construido". Ese fue uno de los fragmentos más emotivos, extraídos de una carta de Rodil, con los que Alberto Cuevas dio paso a la ponencia del responsable de la Unidad Móvil de Intervención en duelo y crisis del centro de humanización de la salud de San Camilo, Máster en duelo y experto en couselling y en orientación educativa.

Valentín Rodil Gavala conectó de inmediato con el público con sus metáforas y con citas a testimonios reales con los que ha trabajado. "¿Por qué no es fácil ni inmediato superar el duelo si [la muerte] es algo que todos sabemos que va a pasar?", se preguntó. "Hacemos duelo de lo que amamos. Es el territorio entre lo que hemos conocido y lo que nos queda por conocer", ejemplificó. Asimismo, el experto evidenció lo poco que sabemos sobre el duelo. "Nos enseñaron desde pequeños a tener miedo a sentir ciertas emociones de las que no podemos escapar".

Navegar el duelo. Cómo llegar a la otra orilla, bajo la tormenta y la incertidumbre de una ausencia a la que paradójicamente, nos aferramos. En un barco que se asemeja más que a un yate, a una cáscara de nuez. Con metáforas crudas, extraídas de términos náuticos, el psicólogo y teólogo fue nadando, con 'brazadas' de humor y un simpático punto autobiográfico por las aguas de la situación más dura de la vida: la pérdida de un ser amado. Valentín Rodil aludió a la dificultad de conectar con uno mismo. Porque no sabemos desenmarañar nudos de la vida que se van quedando. El duelo es esa ocasión de deshacer nudos. Rodil sitúa la pérdida, esa muerte del ser querido como un momento en el que "la casa ya no es la que es; como si un tsunami la hubiera arrasado". A partir de esa situación, Rodil Gavala ejemplificó gráficamente la toma de tres tipos de decisiones: quienes deciden "vivir entre las ruinas de esa casa", quienes deciden "dar vueltas por la orilla" -aseguró que "hay gente que no se cree lo que está pasando"- o quien "se tira al agua". Pero explicó que se trata del "agua fría del dolor" que, en ese sentido, comparó con un baño en las rías gallegas. "No te metes de golpe, pero tampoco eres capaz de hacerlo poco a poco", reflexionó ante una carcajada unánime.

A partir de la decisión de internarse en el agua, la persona comienza a afrontar el duelo, explicó Rodil. "Comienza la travesía y no estás en un yate, sino en una especie de cáscara de nuez, tú solo, bajo una tormenta", añadió. Siguiendo con la metáfora marina, el profesional aseguró que "la única forma de atascar el duelo es que la persona no se meta en el agua o, se enrede en un sentimiento. Entonces, empiezas a dar vueltas como en bucle", subrayó.

Y ya, en el momento en el que el viento y el temporal cesan, "la persona toma consciencia de esa realidad y ése es, precisamente, el momento de deshacer nudos". Es decir, el momento de rehacer y organizar nuestra vida. "Nos han inculcado lo de 'pasar página'... hasta que se caiga el libro", criticó Valentín Rodil, al tiempo que aludía a la falta de investigaciones rigurosas realizadas sobre el duelo.

Ejemplificando con una "cuerda de la vida",entre las manos, el psicólogo aseguró que "solo uno puede" actuar frente a esos nudos que se van construyendo a lo largo de la vida. Del mismo modo, ilustró la charla con esa cuerda anudada. "Solo el tiempo lo cura, nos dicen, y hemos aprendido a dejar pasar el tiempo", criticó. Pues bien, una cuerda anudada a la intemperie, "dejando pasar el tiempo, no se desata". "Es más, se pudre, pero los nudos quedan intactos, como si se salvasen." ¿Qué viene bien para deshacer los nudos?", se preguntó. "Solo yo puedo", respondió.