"El cascanueces" será, más que nunca, un cuento de hadas para los 32 alumnos del conservatorio de música y danza Coppelia de Vigo que compartirán escenario en el Teatro Afundación de Vigo con los bailarines del Ballet Imperial Ruso que dirige Gedeminas Tarandá. Queda menos de una semana para el debut de los pequeños bailarines -la función es el próximo viernes, a las 20.30 horas- y los nervios están a flor de piel, aunque su profesor, Rubén Ventoso, intenta calmarlos e infundirles ánimos. "Para ellos es un acontecimiento muy importante porque van a salir con bailairnes profesionales y para la mayoría es la primera vez que van a actuar en un escenario tan grande", explica. Para él también es la primera vez en cuanto a dirigir los ensayos para una actuación con una compañía profesional, así que "El cascanueces" es una experiencia única para todos, no solo para estos niños de entre seis y catorce años.

El bailarín vigués, que ha trabajado en la Compañía Nacional de Danza y en la de Víctor Ullate, entre otras, y que lleva dos años como profesor de Coppelia, espera que de estas jóvenes promesas, la danza gane alguna estrella. "Es una profesión que exige mucho sacrificio, pero que también te da mucho porque te permite viajar y conocer otras culturas", explica.

La posibilidad de compartir cartel con una de las grandes compañías de ballet clásico es un aliciente para estos pequeños alumnos de danza, ya que les permite conocer vivir desde dentro cómo es el mundo del ballet y ver de cerca a sus grandes estrellas. "Para ellos es un chute para seguir ensayando y mejorando y ojalá que esta experiencia sirva para que alguno se introduzca en el mundo de la danza. Están tan ilusionados que a veces lo más complicado en los ensayos es conseguir que canalicen toda esa adrenalina", asegura.

El día 1 será una jornada intensa, ya que desde por la mañana, los pequeños bailarines de "El cascanueces" tendrán pruebas de vesturario, clases de calentamiento y ensayo general, ya con los bailarines profesionales. El mayor reto es conseguir que los pequeños bailarines mantengan la sincronización y que a la vez su interpretación llegue al público porque, como recuerda Ventoso, el ballet no es técnica exclusivamente; el bailarín tiene que transmitir al público las distintas emociones por las que pasa su personaje en la obra. "Si estás pendiente de la técnica se te olvida la interpretación", afirma. Y esta parte también la cuida Ventoso.