El optimismo no se compra, pero sí se entrena, y en cómo hacerlo se centró la intervención que la psicóloga Patricia Ramírez ofreció en el Club FARO, donde ayer presentó su último libro, "Estrena optimismo. Dinámicas para fortalecer tus emociones" (Grijalbo). En él explica los principales rasgos del optimista y propone cuarenta dinámicas y ejercicios para entrenar el optimismo y poner el foco de atención en lo mejor y no en lo peor del día a día. Pero para introducir al público en el tema, lanzó una pregunta: ¿Qué es el optimismo?

"El optimismo no es un rasgo genéticamente predeterminado, sino que viene de los procesos de influencia que tenemos alrededor. Ser optimista es cuestión de foco. Ante una misma situación, el pesimista se centra en el problema y el optimista pone su atención en las soluciones y alternativas", explicó.

La psicóloga, Premio de la Psicología Andaluza a la difusión de la Psicología en los Medios de Comunicación 2017 por su labor divulgativa en publicaciones como "El País Semanal", "Huffington Post", "Marca" y La 2, reconoció que al cerebro humano le cuesta más esfuerzo ser positivo que negativo, ya que biológicamente está diseñado para ver los peligros, las cosas negativas que pueden ocurrir, por lo que el optimismo hay que trabajarlo. "Sin embargo, el optimista no es una persona ilusa que piensa que todo es maravilloso. La investigación demuestra que el optimista tiene más capacidad para ver lo que puede fracasar que la negativa de ver las cosas que pueden ser positivas, o sea, que una persona positiva es más realista que una pesimista", añadió la ponente, que fue presentada por la también psicóloga Diana Rodríguez.

La especialista fue desgranando los principales puntos que definen a una persona optimista, comenzando con la forma que tiene de interpretar su entorno y las dificultades, quedándose con lo positivo frente a lo negativo. "El optimista no tiene la suerte de tener una vida a su favor, lo que tiene a su favor es esa capacidad de separar el grano de la paja", sostuvo. Tampoco se anticipa a lo malo que pueda ocurrir. "Esto no significa que no contemple las dificultades. Sí lo hace, pero para anticiparse, no para venirse abajo", afirmó la especialista, que añadió que la persona optimista tiene más posibilidades de triunfar en lo que se propone que quien solo ve los fallos que puede tener su plan de futuro.

¿Y cuál es su actitud ante el error? El optimista lo minimiza. "El optimista asume los fracasos como algo temporal en lugar de pensar que es un patrón estable en su vida. Hay gente que hasta cuando está viviendo un buen momento piensa: 'Algo no va a salir bien'. Y tiene razón, porque no todo va a ser maravilloso. La vida no es solo un camino de flores; también tiene piedras y hay que aceptarlas como parte de la vida", manifestó.

La invitada del Club FARO invitó al público que abarrotaba el Auditorio Municipal de Vigo a no permitir que el fracaso o el éxito les defina como personas. "Ni el fracaso ni el éxito son determinantes. Lo que cuenta es el trabajo, la actitud, el talento, los valores", recalcó.

Tampoco hay que centrarse en las debilidades, sino en las fortalezas. "Hay que tratar de ver cómo podemos ser mejores personas, mejores profesionales, mejores parejas pero estando más pendientes de lo que tenemos porque de esta forma podremos potenciarlo", argumentó.

La psicóloga también alertó de que muchas veces estamos más pendientes de las metas que del camino. "Un optimista es capaz de decir: 'Lo que tengo es perfecto' y seguir trabajando para alcanzar otras metas, pero disfrutando de lo que tiene ahora. Hay personas que acaban de casarse y ya están pensando en su siguiente meta: ser padres, o que acaban de terminar la carrera y lo único que quieren es aprobar las oposiciones o sacarse un máster. Y así nunca están satisfechas. La vida es un regalo muy bonito para perder el tiempo preocupándonos por lo que no tenemos", aseguró.

Ramírez también se refirió a la paciencia como otra cualidad que es necesario entrenar. "Antes, la paciencia se trabajaba porque si quedabas con alguien y llegaba tarde no tenías whatsapp para mandarle mensajes: '¿Dónde estás?' 'Te estamos esperando', 'Llegas tarde'. Esperabas y punto. Pero, por la inmediatez a la que nos tiene acostumbrados la tecnología, nos hemos convertido en personas muy impacientes, impulsivas y sin control", afirmó.