Unos piensan que Mary Poppins en la pantalla es mágica y otros la consideran la cumbre de la cursilería. No habrá cambios en el equilibrio de fuerzas con esta nueva y más lujosa versión (Marshall es un director aparatoso), más preocupada por imantar audiencias nostálgicas que por abrir frentes más jóvenes. Hay mucho polvo de calco en unas imágenes de irregular encanto (Emily Blunt, excelente actriz, no parece estar del todo a gusto) en las que brillan sobre todo algunos vistosos números musicales y los brotes de humor entrañable que nacen al calor de algunos personajes secundarios. Habrá que ver cómo recibe este caramelo el público infantil.