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Martiña Gago: "Los gallegos somos globales por naturaleza"

La compostelana, afincada en Nueva York desde hace quince años, dirige las campañas de marketing de la banca privada JP Morgan en Latinoamérica

La compostelana Martiña Gago, a las puertas de la sede central de JP Morgan en Nueva York.

La carrera profesional de Martiña Gago (Santiago, 1973) siempre ha girado en torno a su talento para contar historias. Aunque los destinatarios han ido cambiando con el tiempo. Se estrenó como redactora en National Geographic España y después dio el salto al marketing digital de la mano de la agencia MXM, la más potente de EE UU. El pasado septiembre, después de 11 años, dejaba su puesto de directora asociada de contenidos y se incorporaba a JP Morgan, la primera institución bancaria del país, que la fichó como responsable de todas sus campañas en Latinoamérica: "Era el momento. Buscaban a alguien con mi perfil y tenía ganas de seguir creciendo y aprendiendo".

Hasta entonces, su única experiencia en el sector la constituían los encargos para Bank of America en Meredith Xcelerated Marketing (MXM): "Llevaba un programa para dar a conocer sus servicios de finanzas personales relacionados con el ahorro para la jubilación o la compra de un coche. Pero ahora mis clientes son las grandes fortunas de Latinoamérica. Trabajo con los inversionistas para presentarles los productos y estrategias de JP Morgan que pueden ser de su interés para gestionar el patrimonio, manejar fundaciones o pagar impuestos".

"Lo más fascinante y una de las razones por las que vine a JP Morgan es la proyección global de cada proyecto. Una reunión por videoconferencia desde Nueva York con México, Ginebra, Buenos Aires y Hon-Kong es el modelo habitual", destaca.

Martiña cursó Historia en Santiago, estudios que prosiguió durante un año en Edimburgo con la idea de hacer un doctorado. "Hasta el día de hoy me fascina, pero me enamoré del inglés y me fui a Nueva York a estudiar Periodismo. Y a las dos semanas, ¡ya conocí a mi marido Mike!", dice entre risas.

Volvió durante tres años y medio a Barcelona para trabajar en el grupo editorial RBA como redactora de National Geographic: "Tuve el privilegio de formar parte del equipo que lanzó la revista Historia y de trabajar con gente de primer nivel que me enseñó la profesión".

En 2004 regresó a Nueva York, la ciudad en la que siempre se sintió como en casa. "Los gallegos somos globales por naturaleza. Somos un pueblo bilingüe que siempre ha salido a navegar por el mundo. Y aquí yo nunca me he olvidado de lo que soy ni he dejado de utilizar la eñe de mi nombre. Valoro el esfuerzo que hacen por aprender a pronunciar otras lenguas", destaca como ejemplo del "amor y el respeto" de la sociedad estadounidense por la diversidad.

"La victoria de Trump fue un disgusto terrible. Solo tiene el apoyo de una minoría que no representa a mi América, a la que emigré y de la que me hice ciudadana. La mayoría de la gente es decente y respeta a sus vecinos. Nueva York es una ciudad muy progresista y todos los emigrantes son bienvenidos", defiende convencida. Por eso es "optimista" y confía en que el presidente no llegue a concluir su mandato.

Aunque "como historiadora" también reconoce el peligro: "Saltó a la palestra insultando a nuestros hermanos del sur. No es una cuestión de ideas políticas, sino de moralidad y lo que está ocurriendo es intolerable. La situación de los niños en la frontera es terrible. Supone un ataque racista comparable a los guetos judíos en la Alemania del 36 y el 37. Trump se ha inventado una crisis migratoria que no existe por réditos electoralistas".

Gracias a otro español que no ha dudado en criticar públicamente estas políticas, el chef asturiano José Andrés, Galicia, asegura Martiña, es hoy más conocida entre los estadounidenses.

Desde la distancia, ella aplaude la sanidad y la educación pública españolas: "Son un privilegio que hay que proteger. Los recortes son inadmisibles. Estoy muy agradecida a EE UU y siento que he tenido mucha suerte, pero también sé de dónde vengo y el valor que tiene mi país".

Martiña vuelve dos veces al año con su marido, que además de periodista es músico y aprovecha sus vacaciones en Galicia para ofrecer algún concierto, y con su hija de 9 años. Se llama Stella Mae en homenaje a la ciudad de su madre y a la abuela sureña de su padre: "Quiero que ella esté conectada con su tierra y habla gallego. Yo se lo enseño porque la lengua materna te sale con los que quieres".

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