Que levante la mano quien se acuerde de la versión que el prolífico Ron Howard hizo a principios de siglo con el entonces popular Jim Carrey. Palos de la crítica pero la rueda de la taquilla funcionó que daba gusto. Ahora vuelve el villano navideño a la carga con un traje de animación más acorde con sus características revoltosas. Siendo un producto de inversión modesta no se le puede negar unas hechuras visuales de más altos vuelos, con un colorido y una espectacularidad que tienen ganada la atención de los más peques durante todo el metraje. Subrayemos: de los más peques. Los adultos corren serios riesgos de aburrimiento porque, a diferencia de la primera versión, aquí se ha extirpado del Grinch cualquier atisbo de mala uva (sin pepita) y se han pasado con el azúcar glasé. Resultado: una obra empalagosa y previsible de cabo a rabo. Maravillosa banda sonora de Danny Elfman.