"No es un problema de burka, es cultural; la cuestión es que no les devolvimos los derechos a las mujeres afganas tras la guerra", sostiene el periodista y escritor Antonio Pampliega en relación al desembarco de tropas estadounidenses y aliadas y también al ideario que justificó la intervención bélica tras el 11-S. "Este 2018 conocí a una niña que fue cambiada por su padre, como esclava sexual y doméstica...", relató entre durísimos testimonios, "también otra que con 7 años, obligada a casarse, tenía más de cien marcas de torturas realizadas por la familia de su marido". "Afganistán es el país del mundo, junto con Etiopía, con más matrimonios infantiles forzados", resumió el autor de "Las trincheras de la esperanza" ayer en Club FARO. "Si una mujer pasa una noche fuera de casa sin permiso paterno o del marido, es enviada a prisión por adulterio", ejemplificó.

El periodista y coordinador de la ONG Entreculturas en Galicia y Asturias, José Luis Barreiro, avanzó en su presentación algunas claves de esa obra, en la que también se reflejan los altos índices de suicidio femenino -las mujeres se queman, literalmente- en un país en el que aún hay "una mina antipersona por cada dos afganos". "En Afganistán llevan en guerra cuarenta años, desde 1979", aclaró Barreiro sobre el contexto histórico que teje el hilo conductor del libro de Pampliega: "Un hombre que reconstruye vidas"; un fisioterapeuta italiano que se fue a trabajar para la Cruz Roja y que -aunque la mayoría de los que llegan abandonan en cuanto pueden este país en proceso de descomposición-, lleva 28 años después, trabajando con personas amputadas. Tras los muyahidines, talibanes, la invasión norteamericana de 2001, la llegada de la democracia, el desembarco de Estado Islámico... Casi tres décadas lleva abierto el centro de rehabilitación dirigido por Alberto Cairo. En él, casi un 90% de los trabajadores fueron antes pacientes. Víctimas, en su mayoría, de las minas antipersonas. Precisamente, la solidaridad de este hombre hasta ahora casi anónimo y esquivo ante los reconocimientos, fue nominada infructuosamente al Premio Nobel de la Paz en 1991. "Ha ayudado a más de 300.000 personas amputadas y heridas de guerra. Lo conocí en 2010 y ama su trabajo, por eso allí sigue", explicó Antonio Pampliega (Madrid, 1982), que ha cubierto zonas de conflicto desde 2008. En 2017 publicó "En la oscuridad", libro en el que relataba los diez meses que permaneció secuestrado por la rama de Al Qaeda en Siria y actualmente presenta en Cuatro la serie documental "Pasaporte Pampliega".

Su último libro destaca el proceso artesanal de elaboración de las prótesis donde muchos afganos que ahora trabajan con Cruz Roja, bajo la batuta de Cairo, recuperaron la autoestima y el medio de vida con que mantener a sus familias,

Pampliega subraya en el libro la resiliencia de una veintena de casos reales del centro de Cairo en los que la esperanza es el denominador común - a pesar de la dureza de la vida-. Pero, para situar su intervención en el Club FARO, arrancó con imágenes del horror en Siria. "250.000 víctimas, de las que 9.000 son niños", aseguró el periodista que mostró en vídeo lo que nadie quiere ver. Gritos, casi alaridos de dolor en hospitales en los que se desangran niños. Supervivientes que claman al cielo. Heridos infantiles de metralla con el horror en los ojos; rostros desencajados. El reflejo de un "país roto y destrozado". Luego, Antonio Pampliega fue más allá: "Afganistán ya no sale en la prensa porque no hay tropas de EE UU ni soldados españoles; ya no interesa a nadie".

Entre los testimonios de su libro, destacó el del joven Fide, con "piel de mariposa", una rarísima dolencia para la que no existe tratamiento en Afganistán y fanático del Barça, que envidia los jugadores "porque pueden correr". También se acordó de Farooq, un amputado que sufrió la maldita casualidad de vivir sin el brazo y pie derecho cuando a los ladrones, el régimen talibán los ajusticiaba públicamente cortándole la mano derecha. "Muy difícil después que alguien te contratase si te faltaba la mano derecha, porque significaba que habías robado", explicó Pampliega. También mostró el rostro y la historia de Ghulam y Najibullah, enemigos irreconciliables de la era del enfrentamiento de los soviéticos con los muyaidines, luego devenidos en grandes amigos y compañeros de trabajo."Dura y difícil" también fue la visita de Pampliega al hospital de Herat en la unidad de quemados, donde acaban tantas veces por ser el procedimiento más habitual de las mujeres maltratadas para poner fin a sus sufrimientos.

Alberto Cairo fue también uno de los artífices del equipo femenino de jugadoras de basket en silla de ruedas, como Ariana."Gracias al apoyo de su padre, educado en el régimen soviético, siguió adelante, mientras que sus hermanos están en contra".