Hace cinco años, decidió trasladarse a vivir a un pequeño pueblo de apenas 50 habitantes, en el corazón del Pirineo Catalán, lejos de las prisas de una gran urbe como es Barcelona. Allí atiende a pacientes de toda Europa y escribe libros de psicología inspirados en otras culturas, como "Wabi sabi. Aprender a aceptar la imperfección" (Zenith), que bebe de la estética y filosofía zen japonesas, y que él transforma en una actitud vital. El wasi sabi propone que nada en la vida es perfecto ni eterno, y que en la aceptación de lo imperfecto y lo efímero está la clave para avanzar y aceptar la vida tal y como se presenta. Navarro presentará este nuevo libro mañana en el Club FARO.

- El wabi sabi es una tendencia estética japonesa, ¿cómo se aplica al campo de la psicología?

-Es cierto, es una tendencia estética japonesa que dio inicio con la ceremonia del té y que suponía volver a la esencia, a lo diferente, a lo natural y que se ha retomado hace poco, especialmente en decoración y arquitectura. Yo entré en contacto con ella después de escribir "Kintsukuroi" y me dije: "Si yo tengo una vida muy wabi sabi" y lo transformé en una actitud vital. La actitud vital es lo que utilizamos para dar sentido a la vida y para elegir la respuesta que le queremos dar a lo que nos está sucediendo. El wabi sabi está centrado en tres ejes: aceptar que la vida no es perfecta, que todo cambia y que no podemos controlarlo. Justo lo contrario de lo que solemos hacer. Invertimos mucho esfuerzo en tener una vida perfecta, y a lo mejor esa tasa de ansiedad, de angustia y de tristeza tan grande que sufrimos es porque el modelo que tenemos no es válido. Tenemos que aprender a ver que lo imperfecto que tenemos o vemos no es malo, y a vivir el presente.

- Pero a veces parecemos estar más pendientes del pasado y del futuro que del presente.

-Hay dos tipos de personas: las que siguen enganchadas al pasado -y la mayor parte de gente que trato da ese perfil: personas que están amargadas por dramas como haber suspendido primero de carrera o porque el primer amor no les fue bien, pero ¿cómo te va a salir bien a la primera?- y las que lo sacrifican todo por un futuro y cuando llega, si llega porque mucha gente se quedan por el camino, ven que no ha merecido la pena.

- ¿De dónde procede esa obsesión por lo perfecto?

-Hemos diseñado una educación basada en el fomento de la competición y esta es la tendencia a la perfección. Cada vez tienes que ser más alto, más rápido, mejor... y esto nos está perjudicando mucho porque no son expectativas reales. Al mismo tiempo, esto da pie a toda una industria de elementos que nos ayuda a ser más perfectos. Yo no soy perfecto, pero con este teléfono y con este coche lo soy más, y con esta casa más grande ya la gente me admira y buscar la admiración es un error. Y nos estamos cargando una cosa muy importante, que es la motivación de afiliación, que es donde está la base de la cooperación, la empatía, la sensibilidad, la parte más humana, porque si a mí me educan para competir, para ser mejor, para ser perfecto, no me tiene que importar que otro pierda, de tal manera que nos estamos volviendo más egocéntricos, mas egoístas y así andamos como andamos con los trastornos mentales que tenemos, que son bestiales.

- Frente a esto, ¿qué propone?

-Creo que hay que revisar el sistema educativo y apostar por una educación más inclusiva y con más respeto a la diferencia. Muchos padres me dicen: "A mi hijo no le va bien en el colegio". Y normalmente esto es un síntoma de inteligencia, porque el colegio se ha hecho para gente con un perfil mucho más sumiso, poco creativo, con poca capacidad de análisis y muy de memorizar. Una persona creativa e inteligente penaliza.

- ¿Qué sucede cuando los padres quieren ver cumplidos sus sueños en sus hijos?

-Esto es tremendo porque si te vas a equivocar, comete tus propios errores, no los de tus padres. Mi hija quiere ser princesa con alas y yo la dejo. Ya se dará cuenta de que eso no puede ser. Los padres podemos prestar consejo y recursos, pero no podemos pretender que nuestros hijos vivan la vida que queremos que vivan. Ni nadie tiene que sacrificarlo todo por la vida de otro.