Ellos, con la modestia propia de los grandes, lo niegan, pero la gracia que tienen es personal e intransferible, va más allá de un guion genial. La grave voz de Marcos Mundstock predispone a la carcajada, igual que la triste figura de Enrique San Francisco, cerveza en mano, u otrora el rictus serio de Eugenio. La prueba consistía ahora en comprobar si esta "paridad" no buscada en Les Luthiers, con tres veteranísimos y otros tres más jóvenes en la formación, funciona con estos "Viejos hazmerreíres". El público vigués ya había respondido, casi agotando las entradas, y si había alguna duda de que los argentinos siguen entusiasmando, 1.400 "acólitos anónimos" de Les Luthiers les despidieron en pie con una larga ovación tras casi dos horas ininterrumpidas de risas.

Bendita la polisemia del castellano, que permite a estos genios hilar un juego de palabras tras otro en números tan hilarantes como "Amor a primera vista" (Bossa libidinossa), con una gran interpretación de Jorge Maronna a la guitarra; las "Loas al cuarto de baño", en la que sonaron la "desafinaducha", el "nomeolbidet" (una zanfona sanitaria), el "calephone da casa" y el "liradoro"; o "Las majas del bergantín", con las que que abrieron el espectáculo, un sketch con 37 años de antigüedad pero que mantiene su frescura aun en estos tiempos de corrección política asfixiante.

Poco importa que la media de edad de los números ronde los veintipico años. Salvo la "Receta postrera", que solo tiene cuatro, todo es material recopilado, pero el repertorio de los argentinos es tan extenso que tienen donde elegir sin repetirse. Que hayan sobrevivido a YouTube, donde ellos mismos cuelgan sus vídeos, demuestra que su éxito, como el de los buenos humoristas, no solo se basa en un guion ingenioso, sino en una personalísima forma de interpretar y vocalizar, en la que Marcos Mundstock, a falta del llorado Daniel Rabinovich -tan brillante que, tres años después de su muerte, sigue brillando por su ausencia-, es el más mayor de los maestros.

La genialidad cómica de Les Luthiers hace a veces olvidar lo buenos músicos y cantantes que son. Además de Maronna, consumado multiinstrumentista, el Tato Murano es el rey del piano (valga el ripio), y el "novato" Tomás Mayer-Wolf demuestra con su voz y su virtuosismo musical lo acertado de su fichaje. Todo sonó a la perfección bajo la concha (otra vez la polisemia del español argentino, ejem) acústica del Auditorio Mar de Vigo.

Al final, "Los jóvenes de hoy en día" pusieron el bis "fuera de programa", como dice Mundstock, y hubo despedida en pie de los asistentes, casi todos mayores de los 51 años que ha cumplido ya la carrera de Les Luthiers. Y es que, a veces, para reír como un niño hay que tener una edad.

Hoy y mañana, más Les Luthiers en Vigo. Veanlos. Antes de que los prohíban.