¿Que las fiestas -como las bicicletas- son para el verano? Eso solo lo puede decir alguien que no haya disfrutado de un buen magosto. En Galicia, el otoño continúa siendo tiempo de celebración. Después del Samaín llega la fiesta más popular del otoño gallego y estas son las cinco tradiciones que no deben faltar en un magosto de primera en Galicia.

Las castañas

El producto estrella del otoño tenía que ser el protagonista por excelencia de la fiesta del magosto. La tradición de Galicia ha estado siempre estrechamente vinculada a la castaña. Los soutos y los ourizos forman parte del paisaje de la comunidad, pero este fruto ha sido además decisivo en la historia y la economía de Galicia. Fueron los romanos quienes introdujeron el árbol en el territorio y hasta el descubrimiento de América fue un producto fundamental de la dieta de los gallegos. Además, su exportación jugó en papel fundamental en el tejido de la comunidad. Con la llegada de las patatas, la castaña pasó a consumida por las clases menos favorecidas, pero recientemente la cocina groumet le ha dado su lugar. Sin embargo, el magosto siempre ha homenajeado a las castañas. La forma más tradicional de prepararlas, asadas. Y si el menú se completa con chorizos del país y vino tinto de la nueva cosecha, mejor que mejor.

El fuego

Y si hay que asar las castañas, es necesario un buen fuego en el que hacerlo, eso sí, teniendo todos los permisos necesarios y con todas las precauciones. De hecho, en su origen, el magosto consistía en reunía a las familias entorno al fuego para honrar las cosechas. Con el paso de los años, las costumbres han ido adaptándose a los nuevos tiempos, pero el fuego siempre ha sido una constante, con su componente purificador. Invita a compartir historias y buen humor. Además, pintarse la cara con el carbón de la hoguera es una de las señales inequívocas de que se ha disfrutado del magosto.

En contacto con la naturaleza

Cada vez las bodegas o los salones de las casas se convierten en escenarios para la celebración del magosto, pero el monte es el lugar natural de esta fiesta. El contacto con el medio ambiente forma parte del ritual que envuelve a esta celebración. Además, recorrer el bosque de Galicia en busca de un claro para el cuartel general del magosto permitirá disfrutar de una naturaleza privilegiada. Que nadie se olvide, es fundamental respetar el medio ambiente y que la fiesta no suponga un impacto para el monte.

Al menos una vez en Ourense

Hablar del magosto es hablar irremediablemente de Ourense. En la capital de As Burgas el otoño queda inaugurado cuando el olor a castañas asadas inunda el aire de sus calles y el crepitar de las brasas se convierte en su banda sonora. No hay barrio en el que no se organice un magosto popular ni pandilla de amigos que se quede sin disfrutar de la fiesta. De hecho, desde 2008, el magosto de Ourense, que coincide con la celebración del San Martiño, patrón de la ciudad, está considerado fiesta de interés turístico de Galicia.

Una buena compañía

Resulta evidente, pero el magosto es una fiesta que invita especialmente a reunirse con los amigos de siempre. Sin embargo, su carácter espontáneo y el ambiente que se genera consigue también que cualquier persona se sienta integrado. Si hasta los nipones se suman a la fiesta.

Como bien ha explicado en diferentes ocasiones el antropólogo gallego Antonio Fraguas, el magosto puede verse como una celebración en la que se exalta la castaña, y así es, pero la fiesta del magosto como tal es respeto por el rural, agradecimiento por la cosecha, fuego, vino, amistad, diversión y tradición. El magosto celebra la vida después de que en Todos los Santos y Fieles honrase a la muerte.