Emma (nombre ficticio) es una viguesa de 6 años. Se trata de una niña inteligente, cariñosa, sociable, que vocaliza perfectamente y utiliza un léxico normal o incluso avanzado para su edad... Pero a ciertas personas no les habla. Sí contesta a la parte de la familia y amigos que más trata, pero a aquellos tíos, primos, amigos de la familia o compañeros de clase con los que no mantiene un trato cotidiano, prácticamente diario, no les habla. Lo que resulta más curioso es que Emma suele entablar conversación con niñas que acaba de conocer jugando en el parque. Es una de las paradojas del mutismo selectivo.

El mutismo selectivo se define como un trastorno de ansiedad de la etapa infantil, caracterizado por la ausencia total de discurso en al menos una situación específica durante al menos un mes, a pesar de que el niño posea la capacidad de hablar en otras situaciones. El psicólogo vigués Daniel Novoa precisa que se trata de un trastorno "poco frecuente, más habitual en niñas que en niños, con inicio entre los 2 y 5 años, y con una prevalencia estimada por debajo del 1%". Explica este especialista que los síntomas se suelen hacer más manifiestos cuando se inicia la escolarización primaria, así que no se suele diagnosticar hasta los 5 o 6 años.

Es el caso de Emma, que aprendió a hablar sin problemas, pero cuyo mutismo selectivo, presente desde esas etapas iniciales del habla, empezó a ser más problemático cuando tuvo que hablar en clase, por ejemplo, con la profesora de Inglés de Infantil. Ahora, ya en Primaria, la dinámica educativa la obligará a hablar más con los profesores y ante sus compañeros de clase.

¿Cómo distinguir entre el mutismo selectivo y la simple timidez? ¿Dónde está el límite entre un simple rasgo de la personalidad y el trastorno? Recuerda el psicólogo Daniel Novoa que podemos encontrarnos con "una personalidad introvertida, un niño o niña que prefiere estar en ambientes con menos personas, más tranquilo; es lo que se podría decir una persona que 'decide' relacionarse con pocas personas o en grupos reducidos. Pero el problema no es que no quiera, sino que no pueda por miedo, y eso se puede trabajar para que sea más un 'no quiero' que un 'no puedo', para empoderar", explica. "Diagnosticar niños y niñas por debajo de los 6 años es siempre un tema delicado -añade-. Se trata de una etapa clave en el desarrollo y suele ayudar más la paciencia que el alarmismo, pero preguntar a un especialista nunca está de más en un ejercicio de responsabilidad", aconseja.

Lo que recomienda este especialista es paciencia, ir paso a paso, y recordar que "cada niño tiene su ritmo, porque cada uno somos de su padre y de su madre. Investigaciones a partir de la primera infancia han subrayado que el mutismo selectivo tiene una duración media de 8 años, tras los cuales la dificultad en hablar en situaciones sociales específicas acaba disipándose o desapareciendo".

La incomodidad del silencio del niño se hace especialmente patente cuando rehúye contestar a familiares o amigos muy cercanos de sus padres, más cuando estos intentan resolver la situación con la tópica pregunta de "¿se te ha comido la lengua el gato?" o, aún peor, "¿eres un bebé y aún no sabes hablar?".

Daniel Novoa recomienda una actitud constructiva y cariñosa: "Premiar cualquier esfuerzo en superar su miedo con un halago, o si es muy grande, incluso con algún privilegio (premio) como puede ser hacer algo 'extraordinario'. Todo lo contrario sería enfadarse o incluso culpar a la persona, eso generaría más inseguridad (más miedo), por lo que el amor incondicional es imprescindible en general y más si cabe cuando hablamos de afrontar miedos e inseguridades".

Los padres deben evitar hacer patente su preocupación. "Los referentes del menor son un espejo emocional, y si tú estás angustiado por la situación se lo vas a transmitir, así como si estás relajado, alegre y despreocupado".

La clave, sostiene este experto, es ir paso a paso: "Dividir el problema en trozos más pequeños es una constante en el mundo de afrontar los miedos e inseguridades, ya que no es lo mismo escalar una pared que subir unas escaleras. Para esto haría falta una planificación supervisada o ejecutada por un especialista". También es importante, añade, ser optimista y "crear un clima de esperanza, paciencia y esfuerzo para que la profecía autocumplida juegue a nuestro favor (efecto pigmalión)".

Angustia y miedo

Aunque el mutismo selectivo no responde ni se asocia necesariamente con ningún trauma, recuerda Daniel Novoa la conveniencia de analizar si hay alguna fuente de angustia y miedo que pueda estar afectando al niño, como puede ser un proceso de duelo, acoso, hiperexigencia o cualquier otro contexto especialmente conflictivo.

En cualquier caso, el psicólogo vigués apunta que si se es cuidadoso, paciente y responsable, el pronóstico suele ser mejor que bueno, y lo que empieza como un silencio incómodo puede convertirse finalmente en una anécdota familiar. "Aprender a gestionar y superar los miedos es uno de los aprendizajes más importantes que una persona puede experimentar para el resto de su vida", recuerda.