El II Foro de Educación organizado por FARO DE VIGO los próximos 19 y 20 de octubre contará con experto de prestigio internacional como la canadiense Catherine L'Ecuyer, afincada en Barcelona. Su libro "Educar en el Asombro" ha sido publicado en ocho idiomas y sobre él versará su ponencia en Vigo.

- ¿En qué consiste "Educar en el Asombro"?

-El asombro es el deseo de conocer, decía Tomas de Aquino. Aristóteles decía que el hombre nace, por naturaleza, con el deseo de conocer. Hoy estamos muy preocupados porque los alumnos no aprenden al ritmo esperado. Por lo tanto, el deseo de conocer se convierte en algo muy relevante; respetarlo puede ayudar a mantener su interés innato por aprender.

- ¿Es curiosidad?

-La curiosidad es un impulso. Puede ser buena, pero también puede ser un vicio si uno busca compulsivamente informaciones irrelevantes o que no le hacen bien. El asombro es algo más profundo, es apertura ante la realidad. Las cosas son, pero podrían no haber sido. Eso es asombrarse. Como decía Chesterton: "Cuando muy niños, no necesitamos cuentos de hadas, sino simplemente cuentos. La vida es de por sí bastante interesante. A un niño de siete años puede emocionarle que Perico, al abrir la puerta, se encuentre con un dragón; pero a un niño de tres años le emociona bastante que Perico abra la puerta".

- Dice que la crisis educativa actual es una crisis de atención.

-Sí, según un estudio realizado por Clifford Nass en la Universidad de Stanford, la dispersión de la multitarea nos convierte en enamorados de la irrelevancia. Para revertirlo hay que intentar hacer solo una cosa a la vez que requiera procesar información. Es un tema de higiene mental que permite tener una memoria de trabajo menos colapsada, cometer menos errores, pensar con más profundidad, etc. Si a nosotros, al recibir estímulos tecnológicos de varios dispositivos nos cuesta prestar atención, podemos imaginar lo difícil que resulta hacerlo a un niño pequeño que aún no tiene la fuerza de voluntad y la templanza consolidada. Navegar con 5 o incluso 10 años, es como beber agua de una boca de incendios.

- Recomienda cero pantallas de los 0 a los 2 años y luego limitar a una hora diaria el tiempo de los 2 a los 5 años, ¿es posible lograrlo?

-Son recomendaciones de la Academia Americana de Pediatría y de la Asociación Canadiense de Pediatría y no son recomendaciones educativas, sino de sanidad pública. Los niños pequeños aprenden de las interacciones con humanos, no con las pantallas y ningún estudio apoya la introducción de la tecnología a una edad temprana. Hace unos días, salió un estudio en la revista "Lancet" que concluye que un uso por debajo de 2 horas al día en niños de 8 a 11 años se asocia con una capacidad superior de aprendizaje. Los estudios son claros, pero el problema es que no se divulgan.

- El 20 por ciento de los adolescentes ya presentan un uso problemático de internet, ¿cómo podemos hacer frente a eso?

-Y las adicciones crecen en un 300% al año. Los padres deben asegurarse que están recibiendo información completa sobre el impacto que estas tecnologías tienen en sus hijos. Hasta ahora se ha vendido desde empresas, escuelas y fundaciones patrocinadas por la industria tecnológica que para ser buenos padres es necesario introducir la tecnología digital lo antes posible para que los niños no pierdan oportunidades y aprendan a hacer un "uso responsable". Pero este consejo no tiene demasiado sentido desde el punto de vista educativo.

- ¿Seremos capaces de que sacar provecho a las ventajas que ofrecen las nuevas tecnologías sin dejar que sus perjuicios cambien, a peor, el modelo de sociedad?

-Habrá que hacer un balance, ver si las ventajas superan los inconvenientes y después escoger. No podemos tener la manzana en las manos y comérnosla a la vez. Si hemos decidido comérnosla, dejamos de tenerla en las manos. Si dejamos que los estímulos consuman la atención de nuestros hijos, los tendremos en ese "océano" de información y habrán desarrollado esas tan anheladas "competencias digitales", pero dejaremos de tener su atención plena y disponible para lo que les proporcionan entornos más lentos (un libro, una conversación, una clase impartida por un profesor en un aula...). Es una factura muy cara, considerando que las competencias digitales se están convirtiendo en un concepto caduco. Ahora, la Unesco habla de competencias informacionales: Entender la información dentro de un contexto. Y el contexto nos lo da el mundo real, no el virtual.

- Habla de que el niño debe volver a ser protagonista de su propia educación y dejar de ser un sujeto pasivo como ocurre en la actualidad, en la educación tradicional.

-Creo que hay que distinguir entre educación conductista, mecanicista (que ve al niño como un ente pasivo) y educación tradicional. Lo de "tradicional" es un cajón de sastre en el que hay de todo. Pero en realidad, muchos de los métodos que hoy se llaman "innovadores" vienen de pedagogos de hace 100 años (Montessori, Decroly, Herbart...). El problema es que asociamos acríticamente lo bueno con lo nuevo. Pensar que no tenemos nada que aprender de los que nos preceden, y obsesionarse por "el cambio por el cambio" como símbolo de progreso es un error enorme. Hay que valorar cada propuesta por lo que es, no por lo que dictan las modas. La educación no es verdadera por ser innovadora, es innovadora por ser verdadera.

- ¿Cómo podemos impulsar ese cambio? ¿Por dónde se empieza?

-Ante todo, la experiencia educativa ha de ir de la mano con el mundo de la investigación. Los docentes y los padres deben exigir que las metodologías se basen en las evidencias, no en las últimas ocurrencias. Es bueno que nuestros hijos experimenten en las aulas, pero eso no es lo mismo que experimentar con ellos un método sin recorrido. No olvidemos que la novedad no es un concepto educativo, es un concepto esencialmente comercial. En segundo lugar, hay que dar importancia al maestro. Un estudio realizado en el 2007 por McKinsey compara 25 sistemas educativos exitosos en todo el mundo y concluye: "la calidad de un sistema educativo nunca estará por encima de la calidad de sus docentes". ¿Por qué? Porque el docente es aquel que conoce y ama a su materia y la trasmite con pasión, afecto, intuición y sensibilidad, cualidades que nunca tendrán los dispositivos tecnológicos, por mucho que Silicon Valley esté dispuesto a invertir todo lo que quiera en ello. La educación es un asunto profundamente humano, no tecnológico.

- ¿Cree que el cambio a un mejor modelo educativo es posible?

-Sí, pero existe un obstáculo: los intereses económicos. Hemos de pedir mayor transparencia en los pagos que las empresas tecnológicas hacen a educadores, colegios, congresos educativos, etc. Hoy, los congresos tienden a ser colonizados por multinacionales ajenas al ámbito educativo, que vienen para presentar productos y procedimientos que están avalados por estudios que ellos mismos patrocinan. Es como si Pizza Hot o por Coca-Cola financiaran un congreso sobre la obesidad infantil.

- ¿A qué se exponen nuestros hijos si no se cambia el modelo?

-Les convertiremos en mariposas mareadas, que vuelan de una flor a otra, sin finalidad. Eso suena muy bucólico, pero así no se aprende ni se realiza el potencial que pide a gritos actualizarse en cada niño. Nuestros hijos no han nacido para ser mariposas. Cuando me refiero a finalidad, no me refiero a la obsesión por "prepararse para el mundo laboral", o para dar buenos resultados en pruebas estandarizadas. En nuestra naturaleza hay una finalidad que da sentido a nuestro aprendizaje. Responde a los "por qué" y a los "para qué", no se contenta con los "qués" y los "cómos". Los griegos decían que la belleza es la expresión visible de la verdad y de la bondad. Es bello, para los niños, todo lo que respeta su verdad y su bondad: sus ritmos, sus etapas de la infancia, su necesidad de silencio, de naturaleza, de misterio, de belleza, su sed de aprender.