No existen estadísticas concretas que permitan abordar desde una perspectiva global el número de personas con autismo que hay en España ni su educación o situación laboral o social. Así se puso de manifiesto ayer en la jornada "Educación e Autismo" organizada ayer por la Fundación Menela en la que diferentes expertos pusieron sobre la mesa las dificultades a las que se enfrentan los alumnos con Trastorno de Espectro Autista (TEA) a la hora de su integración educativa. "Todos estamos de acuerdo en la singularidad de las personas con autismo, no hay enfermedades sino enfermos y no hay autistas sino personas con autismo", subrayó Cipriano Jiménez, director general de la Fundación Menela en la apertura de la jornada, en Afundación.

Fue la directora técnica de la Confederación Autismo España, Ruth Vidriales quien denunció la falta de estadísticas. "La información de los colectivos es prácticamente insignificante y estamos invisibilizados en las estadísticas oficiales", explicó. De hecho, en la base estatal se habla de 47.566 personas con discapacidad del trastorno del desarrollo pero no hay un apartado de TEA.

Vidriales señaló que alrededor del 20 por ciento de los alumnos con TEA están en Educación Infantil y el 50% en Primaria. Las cifras indican asimismo que el 36% están escolarizados en Educación Especial y el 64% en Ordinaria.

"El TEA es un diagnóstico que nos dice muy poco de la persona y tampoco nos ayuda a pensar en el pronóstico y la evolución", recordó la psicoterapeuta Susanna Olives, que dio pautas para el abordaje terapéutico y educativo del niño con TEA al que, subrayó, "hay que conocer y convertirnos en alguien confiable es esencial". "Hay que observar y permitir que nos observe, ver cómo se comunica, cómo percibe el mundo, qué cosas le interesan y compartir sus intereses, qué le asusta y, sobre todo, cuestionar todo lo que conocemos del niño ya que es alguien en evolución constante", relató.

Al respecto de la educación inclusiva, insistió en que "el niño con TEA debe ser un niño de la escuela, no solo a cargo de una maestra o de la profesora de Educación Especial. Para que sea inclusivo todos los profesores y compañeros deben conocerlo e implicarse".

"Es importante hacer una valoración de cada persona, ver qué tipo de apoyo precisa y recordar que necesitará atención toda su vida", recalcó Ana María Martínez, psicóloga de Aspanaes, que hizo hincapié en que el objetivo es mejorar su calidad de vida por lo que en el caso de la educación es vital abordar sus intereses. "Hay que adaptar todo su entorno, no solo el del aula", dijo.

Durante su turno, Ana Rodríguez Díaz, profesora del centro Menela trasladó su preocupación por "la situación actual de la inclusión, que parecía un concepto claro pero es terriblemente confuso en la práctica", dijo. "Precisamos una sociedad más justa, empática y ética para evitar formas de inclusión excluyentes", afirmó Rodríguez, que citó el acoso escolar y la depresión entre los estudiantes con TEA. "No van a cumpleaños, ni a las salidas, ni les conocen, ¿cuál es la socialización que permite la inclusión?", se preguntó. "La educación debe situarse en los focos vitales de los niños", abundó la docente, que añadió que "no se trata de rehabilitar sino de capacitar, de que sean más felices y menos vulnerables e indefensos", dijo.

"La inclusión debe ser un derecho de una persona que no va a poder decidir por sí misma y ellos tienen además la obligación de ser felices y aprender a convivir", dijo por su parte Luis Ángel Fernández Barrio, juez y padre de un chico de 21 años con TEA, que exigió de las administraciones más implicación y recursos.