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Antonio Pampliega "Es vergonzoso el trato de Europa a los refugiados que vienen huyendo del infierno"

"Comparados con los del Daesh, los de Al Qaeda podrían verse como socialdemócratas"

Antonio Pampliega (Madrid, 1982) decidió irse a Bagdad en 2008, con 25 años de edad, a intentar ganarse la vida como periodista en zonas de guerra. No se le olvidará nunca una fecha, el 13 de julio de 2015, día en el que fue secuestrado por Al Qaeda en Siria junto a otros dos periodistas españoles. A lo único que aspiraba en aquel momento, dice, es "a que fuera una muerte rápida". Finalmente, fue liberado el 7 de mayo de 2016.

-¿Cuándo fue por primera vez a una zona en conflicto?

-En 2008, cuando a los 25 años me fui a Bagdad (Irak) con una mano delante y otra detrás, con un inglés lamentable y sin saber nada de la guerra en la que me estaba metiendo.

-¿Qué le impulsó a actuar de esta manera?

-No lo sé, ego, ambición, errores de juventud... Quería convertirme en el nuevo Pérez-Reverte porque me llamaba la atención ese tipo de periodismo al que me atrajo el fotógrafo iraní Reza Deghati a raíz de una conferencia que dio en mi facultad sobre el Afganistán de los muyahidines durante la ocupación soviética. Yo inicié la carrera pensando enfocarla hacia el periodismo deportivo. De hecho, antes de irme por primera vez a Irak ya llevaba dos años trabajando como becario en el diario "As".

-¿Cuáles son sus referentes en la profesión?

-Arturo Pérez-Reverte, Gervasio Sánchez y Mercedes Gallego, sobre todo.

-¿Y a qué fue a Bagdad?

-A hacer un reportaje sobre los GEO (Grupo Especial de Operaciones de las fuerzas de seguridad del Estado) que custodiaban la Embajada de España en Bagdad, que estaba ubicada fuera de la zona verde de seguridad de la capital iraquí. Estuve dos semanas conviviendo con ellos para hacer el reportaje.

-¿Lo consiguió publicar?

-Sí, en la desaparecida revista "Tiempo".

-¿Cuánto le pagaron por él?

-No me acuerdo. No más de trescientos o cuatrocientos euros. Perdí pasta. De hecho, siempre he perdido dinero hasta que en marzo del año 2012 entré por segunda vez en una Siria blindada por el régimen de Bashar al Assad. Había que entrar al país de forma ilegal a través de Turquía o de Líbano. Y agencias extranjeras como "France" o "Associated Press" estaban interesadas en comprar vídeos, fotos y textos de lo que estaba ocurriendo allí. Entré por primera vez en Siria en diciembre de 2011.

-¿Y a partir de entonces?

-Me comí la guerra de Siria entera. Iba unas dos veces al año. He visto todo tipo de barbaridades en ese conflicto, es la guerra en la que perdí la inocencia.

-Cuénteme alguna anécdota o experiencia que se le haya quedado grabada en la memoria.

-Ocurrió en agosto de 2012. Estaba con una unidad rebelde en la frontera con Líbano que acababa de capturar a un traidor que estaba pasando información al régimen de Al Assad. Estuvimos oyendo dos horas cómo le golpeaban y torturaban. A la hora y media de comenzar el interrogatorio, comenzó a rezar. El jefe que estaba llevando a cabo las torturas nos invitó a cenar en uno de sus descansos. Tenía todos los nudillos pelados y ensangrentados de los golpes que le había propinado al prisionero. En un momento de la cena nos preguntó que qué haríamos nosotros con el traidor. Le contestamos que lo normal, una vez demostrada su culpabilidad, sería meterlo en la cárcel.

-¿Y qué les contestó?

-Nos dijo que en la nueva Siria sí habría cárceles, pero que en la actual no tenían. A la mañana siguiente, cuando partimos, le vimos por última vez esposado a un radiador con la cara destrozada a golpes. No me cabe la menor duda de que esa persona está hoy muerta, enterrada en alguna fosa común de ese país. En Siria he visto de todo, niños destrozados por las bombas, ciudades arrasadas...

-En ese país fue secuestrado por Al Qaeda y pasó 299 días en su poder, seguro que nunca olvidará el día en el que ocurrió.

-No, fue el 13 de julio de 2015.

-¿Recuerda la hora?

-No te puedo decir la hora exacta porque el reloj se me había parado el día anterior, cuando llegué al país. Pero por la posición del sol debían de ser las dos o las tres de la tarde.

-Fue capturado junto a otros dos periodistas españoles, Ángel Sastre y José Manuel López, ¿quién les entregó al grupo terrorista?

-Hoy en día ya no albergo ninguna duda de que el que nos vendió fue el traductor.

-¿Cuál fue el momento más duro de ese largo secuestro?

-Cuando me separaron de mis compañeros. Estar solo fue lo peor del secuestro.

-¿Por qué les separaron?

-No lo sé. Llegaron de repente, de noche, cuando nosotros estábamos durmiendo. Entraron con una linterna y oí cómo preguntaban a un compañero si era Antonio. Entonces les dije que Antonio era yo y me cogieron, me pusieron unas esposas y una capucha y me metieron en un coche. El trayecto hasta otra casa, donde me encerraron en un piso al que accedimos tras subir varios tramos de escaleras, se me hizo interminable.

-¿Qué iba pensando durante el trayecto?

-Estaba acojonado. Pensaba que cuando me quitaran la capucha me iba a encontrar con el típico set de rodaje que hemos visto en sus vídeos que muestran cómo degüellan a uno de sus prisioneros.

-Seguro que ya había pensado durante su secuestro la manera en la que preferiría que le asesinasen.

-Sí. Y desde luego que quemado vivo como el piloto sirio al que mantenían en una jaula no. Podían matarme adosándome explosivos al cuerpo, ahogándome, cortándome la cabeza... No lo sé. Yo a lo único que aspiraba es a que fuera una muerte rápida.

-Seguro que todavía tiene pesadillas de esa espantosa experiencia...

-Sí, reviví mucho la pesadilla cuando salió el libro en el que conté el secuestro ("En la oscuridad", Ed. Península), porque di como noventa o cien entrevistas y en todas hablaba sobre lo mismo.

-Tampoco olvidará nunca la fecha de su liberación.

-No, fue el 7 de mayo de 2016, que creo recordar que era sábado porque regresé a España un domingo.

-¿Cree que le benefició el hecho de ser secuestrado por Al Qaeda y no por el Daesh (Estado Islámico)?

-Por supuesto. Si hubiera sido el Daesh, no estaría ahora hablando contigo. Comparados con los del Daesh, los de Al Qaeda son como socialdemócratas. Y ahora estamos ante los últimos coletazos del Estado Islámico. Pero llegará un sucesor más radicalizado y más salvaje. Porque si el califato ha desaparecido, sus ideas aún no han muerto y siguen calando en miles de jóvenes europeos. Y estamos hablando de la tercera generación, de los nietos de los primeros inmigrantes. Han nacido y han sido educados en Europa.

-¿Y por qué se han radicalizado de esa manera?

-El problema es que no se han adaptado o no les hemos dejado adaptarse. Viven en guetos. En Turquía, donde nos alojábamos en hoteles de tiradillos esperando una oportunidad para pasar a Siria, teníamos como vecinos de habitación a jóvenes franceses y británicos que habían ido para combatir por el Estado Islámico en el país vecino.

-¿Qué le impelió a narrar su secuestro en un libro?

-Mi madre. Fue ella la que me animó a que contara mi historia porque, me dijo, podía servir de ejemplo a otras personas en situaciones complicadas. Y tenía razón porque recibí muchos e-mails de personas anónimas dándome las gracias por la ayuda que les había supuesto leer mi libro.

-¿Tardó mucho en escribir el libro?

-¡Qué va! Apenas un mes.

-¿Cuánto tardó en volver a Oriente Medio tras esa traumática experiencia?

-Solo le di unos cinco meses de tregua a mi madre. En octubre de ese mismo año ya estaba regresando a Irak (risas).

-¿El secuestro no le hizo replantearse su vida?

-¡Qué va! Soy un periodista freelance que cubre zonas en conflicto. Estoy superespecializado, no quiero hacer otra cosa. He nacido para esto. Aunque te confieso que sigo teniendo miedo. Pero que quede bien claro que no soy ningún analista. Me limito a contar historias humanas y a través de ellas cuento la guerra.

-¿Qué tal ha funcionado su libro?

-Muy bien. Y lo van a llevar al cine. La productora Plano a Plano está trabajando con el guion.

-¿Qué opina del trato que está dando Europa a los refugiados?

-Que es vergonzoso porque están huyendo del infierno, de eso puedo dar fe. A nosotros nos pasó lo mismo y no nos recibieron así. Y mientras actuamos así, se siguen vendiendo armas a Arabia Saudí que son usadas en Yemen. ¡Y luego salen Margarita Robles y Borrell diciendo que son armas de precisión que no provocan daños colaterales!

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