Más que una película propiamente dicha, Book club parece un anuncio de clínicas de cirugía estética protagonizado por una pléyade de veteranas estrellas empañadas por quitarse años de encima aunque por el camino pierdan la expresividad. Ellas, sobre todo, pero también algunos de ellos. Una vez pasado el susto de ver tantas caras famosas con pieles renovadas llega la cruda realidad: Book club es un pestiño de los que invitan a salirse de la sala antes de tiempo.

Y no porque las actrices hagan mal su trabajo (bastante tienen que recitar sus diálogos sin pedir perdón a los espectadores que las admiraron en Annie Hall, Julia, Ricas y famosas o Los pasajeros del tiempo) o porque la patosa realización de Holderman sea idónea para una "sitcom" pero no para aplicarla a la pantalla grande. No: lo que convierte Book club en una experiencia altamente desagradable es la calamitosa selección de chistes ramplones, el inclemente encadenado de topicazos sobre mujeres en la edad madura y sus relaciones con hombres a cual más estereotipado. Para muestra, un botón abrochado a la falta total de ideas: el personaje de Mary Steenburgen, a la que, como al resto de lectoras, se le han abierto las puertas del cielo gracias a los calentones rancios de Cincuenta sombras de Grey, pasa las páginas de la novelucha con dedos ansiosos mientras riega una planta, y a su lado el medidor de humedad de la tierra se vuelve loco.

Y todo así.