La muerte no se rige por el escalafón, y hoy se ha llevado a un viejo amigo más joven que yo, un compañero en la lucha por la democracia, el coronel de Infantería y licenciado en Económicas Octavio Vázquez.

Octavio fue uno de los miembros de aquel trío de capitanes gallegos que tuvimos la osadía de contribuir a la fundación de la Unión Militar Democrática. Aún me parece estar viviendo los debates de aquellas tardes de julio de 1974, en la playa de Raxó, con Javier Perote y con Jesús Martin-Consuegra, destinado en Madrid, y Arturo Gurriarán, destinado en Barcelona.

La UMD aún no tenía nombre, se fundaría formalmente dos meses más tarde, pero en aquellas reuniones decidimos lo fundamental: la necesidad de coordinar a nivel nacional a todos los demócratas antifranquistas de las Fuerzas Armadas, para hacer posible la transición pacífica de la dictadura a la democracia.

La desaparición de amigos, sobre todo de aquellos con los que luchamos en la misma trinchera produce en mi memoria los mismos efectos que un ciclón tropical en un bosque de coníferas, el paisaje de la desolación.

En este caos de recuerdos afloran a la memoria los momentos y episodios más intensos de aquella aventura: La primera asamblea gallega de capitanes demócratas en Caldas de Reis, la gran asamblea de Vilagarcía, la más numerosa y agitada porque en ella debatimos documentos importantes, las reuniones de nuestras familias en Santiago o en Lapamán, y los encuentros con los representantes de Madrid y Barcelona en Ponferrada, nuestro punto de confluencia.

Si entorno los ojos aún puedo visionar, como en una cinta de video, la llegada de Luis Otero y Jesús Martín-Consuegra frente a la cafetería El Temple, donde tú yo les esperábamos.

Luego vinieron las inevitables detenciones, el proceso, las condenas, la expulsión del Ejército de siete de los nueve procesados y, diez años después, la amnistía y el reingreso.

Ya jubilados, coincidimos en varios actos cívico militares, como aquel ciclo de conferencias en Ferrol, convocado por Comisiones. Los más emotivos, sin duda, fue aquella reunión del Foro Milicia y Democracia en la que, como fundadores, nos entregaron sendas placas de capitanes de la democracia, y, más recientemente, el emotivo homenaje que brindó Asturias a la UMD.

Aquella cena fin de fiesta fue la última vez que estuvimos juntos y pudimos charlar distendidamente. Quedamos para vernos un verano de estos, pero la fecha fue dilatándose año tras año hasta que ya es demasiado tarde.

Las despedidas son siempre desgarradoras. Yo suelo recurrir a mi agnosticismo de raíces clásicas para reconfortarme. Desde él pido a los dioses que te hagan el sitio que mereces en el Olimpo, amigo Octavio.

*Coronel del Ejército y fundador de la UMD