Hace dos o tres millones de años, la pérdida funcional de un único gen desencadenó una serie de cambios significativos en lo que finalmente se convertiría en la especie humana moderna, alterando todo, desde las tasas de fertilidad hasta el aumento del riesgo de cáncer por comer carne roja. Investigadores de la Universidad de California en San Diego, Estados Unidos, informan sobre estudios de ratones diseñados para carecer del mismo gen, llamado CMAH, y datos que sugieren que el gen perdido también puede haber contribuido a la afirmación bien documentada de que la humanidad está entre los mejores corredores de larga distancia en el reino animal.

Al mismo tiempo que la mutación CMAH se afianzó, los antepasados humanos estaban pasando de habitantes de los bosques a la vida principalmente en las áridas sabanas de África. Mientras ya caminaban erguidos, los cuerpos y las habilidades de estos primeros homínidos evolucionaban de forma espectacular, en particular, con cambios importantes en la biomecánica y fisiología del esqueleto que dieron como resultado piernas largas y elásticas, pies grandes, músculos y glúteos potentes y un sistema expansivo de glándulas sudoríparas para disipar el calor de manera más efectiva que otros mamíferos más grandes.

"Caza de persistencia"

Tales cambios, ayudaron a alimentar la aparición de la capacidad humana de correr largas distancias relativamente incansablemente, permitiendo a los antepasados cazar en el calor del día cuando otros carnívoros estaban descansando y perseguir a su presa hasta su punto de agotamiento, una técnica llamada caza de persistencia.

"Descubrimos esta primera diferencia genética clara entre los humanos y nuestros parientes evolutivos vivos más cercanos, los chimpancés, hace más de 20 años", afirma el autor principal, Ajit Varki, profesor de Medicina y Medicina Molecular y Celular de la Universidad de California. Según Varki, los datos sugieren que la pérdida de CMAH contribuyó a una mejor capacidad del músculo esquelético para la utilización de oxígeno.