Ni los años ni los reconocimientos restan ambición literaria a Eduardo Mendoza. Tras el premio Cervantes de 2016 y un esclarecedor opúsculo sobre las raíces del conflicto catalán, el que quizá sea el autor español con mayor reconocimiento retorna a la narrativa con "El rey recibe" (Seix Barral), una obra a caballo entre la ficción y la memoria, primera entrega de una trilogía en la que quiere dejar testimonio de los grandes momentos del tiempo vivido. Para anticiparse a los equívocos: no se trata de una autobiografía novelada, pese a que el recorrido personal de Rufo Batalla, el protagonista que servirá de hilo conductor a más de medio siglo de devenir histórico y social, se solapa en ocasiones con el del propio Mendoza. Esta primera entrega abarca desde los años sesenta hasta mediados de los setenta del siglo pasado y el escritor promete que las sucesivas fluirán a un ritmo menos pausado del que acostumbra.
En "El rey recibe" está el Mendoza más reconocible: paródico, irónico, de escritura nítida, con personajes bien engarzados a su tiempo. Pero la narración de la peripecia de Batalla se desvía en excursos sobre personajes y momentos reales en los que la voz del propio autor se hace más presente para dejar constancia de que él estuvo allí. "El rey recibe" tiene algo de ajuste de cuentas con lo vivido y Mendoza así lo presenta. "Al llegar a cierta edad, uno se da cuenta de que ha sido testigo de acontecimientos que en su momento parecieron trascendentales y luego resultaron no serlo o ser algo distinto de lo que parecían. Y también se da cuenta de que ha vivido grandes transformaciones sociales sin advertir su importancia mientras las veía desarrollarse a su alrededor". Es la mirada de Mendoza desde la perspectiva de sus 75 años, y ahora que queda de nuevo a merced de críticos y lectores.