Si no han oído hablar de Ralf Rothmann sepan que es uno de los mejores escritores alemanes de las últimas décadas. En sus novelas no sobra una palabra, su escritura se ajusta a lo que quiere contar y lo hace, además, con profusión de detalles. Una de sus virtudes es la mot juste de Flaubert, exacta y precisa. Otra, la autenticidad: el verismo poético con el que logra traducir en belleza la vida y la muerte, la venganza, la pasión, el odio o la maldad, haciendo que los lectores se identifiquen hasta conmoverse, apenas superponiendo los planos de la ficción y de la realidad con los que es capaz de jugar con innegable maestría. Es el caso de "Morir en primavera" (2015), la última de sus novelas, o de "Luz de juventud" (2004) que, al igual que sucedió con la anterior, vemos editada gracias a la impagable insistencia de Libros del Asteroide en descubrir en España a un autor esencial de nuestro tiempo.

Si "Morir en primavera" servía para confirmar el talento de un gran escritor con una novela extraordinaria, "Luz de juventud" enseguida se convertiría en el título que lo encumbró. Sus personajes se mueven en el escenario donde creció el propio Rothmann, la cuenca minera del Ruhr en los años sesenta. En unas semanas del verano se produce el despertar de Julian, un adolescente de doce años, en medio de los problemas financieros y conyugales de sus padres. Rothmann evita el drama social y crea, en cambio, una sensación de esperanza hacia la nueva vida que se abre a los ojos de su joven protagonista. Con una prosa elegante capta los sentimientos no articulados del niño cuando se acerca al final de la infancia pero aún permanece muy alejado del mundo adulto que ve a su alrededor. Desde su estresada madre hasta su sospechoso vecino el señor Gorny, los personajes adultos le recuerdan su propia impotencia en lugar de ofrecerle aliento; su hermana Sophie demuestra ser su gran aliada. A medida que la novela avanza, Julian se vuelve cada vez más consciente de las debilidades y los fracasos del mundo adulto y, a pesar de sus dificultades para entender lo que sucede a su alrededor, el lector percibe en él la integridad que echa en falta entre quienes le rodean. Su educación sentimental empieza a parecerse a una lección de vida.

La novela más reciente de Rothmann, "Morir en primavera", se publicó en mayo de 2015. Era un intento del autor de llenar el vacío que le dejó la participación de su padre en la Segunda Guerra Mundial. Al igual que el protagonista, el padre de Rothmann se vio obligado a alistarse en 1945 y fue enviado a Hungría. Regresó ileso, y trabajó en las minas durante treinta años, pero murió joven, cuando su hijo no había cumplido los diez. Precisamente uno de los personajes de "Morir en primavera" es el encargado de dictar la sentencia que establece la propia génesis de la obra de Rothmann cuando dice que si sobrevives a los golpes, estos dañarán a tus descendientes y el trauma se manifestará en sus células. El protagonista, Walter, se ve obligado a disparar a su mejor amigo por desertar. El peso de la culpa y de la tristeza persisten durante toda su vida, y el autor se plantea si alguien es capaz de escapar del pasado. Él intenta hacerlo al llenar el vacío con literatura. No se trata de la historia real de su padre, sino una que le contaron. Pero funciona, al igual que lo hace "Luz de juventud", una novela de iniciación con la que prosigue el examen de la reciente historia de Alemania ambientada en el Ruhrpott, la tierra donde creció para convertirse en el mejor novelista de su generación después de haber desempeñado los oficios de albañil, cocinero e impresor. Leer a Rothmann es hacerse un favor.