Las subidas de adrenalina se dispararon ayer en Camos durante la tradicional Baixada de Carros de Bolas. No solo por las emociones fuertes de la carrera, sino también por el crecimiento constante del número de participantes y espectadores que la cita reúne cada verano en la parroquia nigranesa. La prueba, que se recuperó hace dos años tras un parón de más de una década y la lista de bólidos en la parrilla de salida se ha multiplicado. Ayer eran 60 en total, 25 de ellos carrilanas de las de toda la vida y el resto, triciclos, carritos de neumáticos y hasta trineos.

Todo un éxito que, según la organización, demuestra la pasión por las carrilanas que triunfaba entre los más jóvenes de la parroquia el pasado siglo y la afición por un descenso de infarto que promete continuidad.

Construidos con gran imaginación y a partir de rodamientos y piezas recicladas, los peculiares vehículos bajaron a velocidades de vértigo y alcanzaron los 70 kilómetros por hora por la Rúa San Roque en esta décimo primera edición de la carrera. Un tramo de aproximadamente un kilómetro desde el recinto de fiestas hasta el Pazo da Touza con pendientes de hasta el 70 por ciento en los últimos metros.

El premio al más original, de 300 euros, se lo llevó "Libélula" , mientras que "O Baño" se llevó el segundo, de 175, y "Carreta vaquera" el tercero, de 75. Una especie de tanque militar recibió el trofeo por protagonizar el golpe más simpático y el carro titulada "Los escumas", el galardón al más rudimentario.