Parafraseando el título de una obra de Pío Baroja, se podría decir que la pasión de Pedro G. Cuartango por Galicia es un amor tardío. El veterano periodista se enamoró de Baiona hace cosa de una década, y desde entonces le ha sido fiel cada estío. "Había venido antes, pero solo la conocía superficialmente -explica a FARO-. Llevo veraneando aquí ocho años consecutivos, desde 2011, y en el mismo sitio, un piso en el centro de Baiona, con unas vistas magníficas sobre la bahía. Me gusta mucho el clima, la comida y el paisaje; y la gente es extraordinariamente amable", comenta.

- ¿Puede y debe desconectar un periodista en vacaciones?

-Yo creo que sí que debe [ríe], y también, seguramente, puede, pero no desconectamos. Tenemos como un chip en el inconsciente, algo metido en la cabeza que nos hace estar pendientes siempre de la actualidad. Hace un año, cuando fue el atentado de Barcelona, yo estaba en Baiona mordiéndome las uñas, porque me hubiera gustado estar en una redacción. Empiezas a pensar como periodista. Depende del carácter, pero yo no puedo desconectar.

- ¿Qué lee en estos momentos?

-"Los desnudos y los muertos", de Norman Mailer. Una extraordinaria novela escrita después de la Segunda Guerra Mundial, sobre la invasión del Pacífico y los norteamericanos luchando contra los japoneses. Es una obra maestra.

- Usted fue pionero en una revista de electrónica.

-Sí. Cuando acabé la mili y la carrera, en 1978, me salió un trabajo en Barcelona, en un semanario de electrónica e informática que era pionero. Allí me fui y estuve 6 años. Aprendí mucho, porque era un sector que entonces estaba empezando: los ordenadores personales, la microelectrónica, la transmisión de datos a través de redes... Fue apasionante.

- ¿Le dio alguna pista sobre dónde estamos ahora, 40 años después, con el periodismo electrónico?

-No, eso no se veía. Se planteaba volcar los contenidos del papel y vendérselos al cliente electrónicamente, pero internet todavía no había nacido. No vislumbré ni internet ni las redes sociales, pero sí me daba cuenta de que los ordenadores iban a cambiar la forma de trabajar y que el periodista podía estar en el futuro trabajando fuera de la redacción, conectado a ella. Las nuevas tecnologías iban a cambiar el periodismo.

- ¿Cómo?

-Hubo un hito. En los años 80, cuando los periódicos ingleses abandonan Fleet Street y se van a Wapping [el conflicto laboral conocido como la disputa de Wapping], se instalan ordenadores en las redacciones y el periodista pasa a ser también editor. Se suprimieron los trabajos de imprenta. A partir de los 80 desaparece la gente dedicada a la composición y la impresión. Fue una revolución.

- Cuando le destituyeron como director de "El Mundo", hace un año y dos meses, dijo que desconocía el motivo. ¿Lo sabe ahora?

-Sigo sin saberlo. No me gusta meterme en las mentes de los demás. La decisión la tomó el consejo de administración. Unidad Editorial decidió destituirme y yo lo acepto. Son las reglas del juego, igual que quitan a un entrenador de fútbol. No sé por qué me destituyeron, pero sí le digo que soy un periodista incómodo. Defendí la redacción, la independencia del periodismo, y eso creó muchas fricciones. No sé si me destituyeron por eso o no.

- Como motivo se habló de la publicación de las informaciones de Football Leaks sobre el fraude fiscal de Cristiano Ronaldo.

-Se habló, pero no puedo afirmarlo categóricamente. Tuve presiones de todo tipo para que no se publicaran los papeles de Football Leaks. Y la propia empresa me "aconsejó", pongámoslo entre comillas, que no lo publicara, porque me podría crear un enfrentamiento con el Real Madrid. Soy periodista y decidí publicarlo. Nunca tuve ninguna duda. Eso molestó y probablemente me ha pasado factura.

- Comentaba Vicente Lozano, periodista de "El Mundo", que no entendía el afán de algunos políticos en engordar sus currícula cuando es la única profesión en la que puedes llegar a lo más alto sin ningún tipo de estudios. Después añadió que eso también ocurre con el periodismo.

-Está muy bien. Yo lo escribí hace unos meses: vivimos en una sociedad con "titulitis". La obsesión es tener máster y títulos. En mi generación nos daba igual. Queríamos tener conocimiento y leíamos. Ahora parece que lo que importa es tener ocho másteres, aunque uno sea un ignorante. La capacidad de las personas no depende de sus títulos, sino de su conocimiento y de su capacidad para interpretar la realidad. Me parece una polémica muy secundaria que oculta lo esencial: el vacío de la educación. Estamos mirando al dedo, pero no a la luna. Y la luna es que el sistema educativo es incapaz de formar a personas en conocimientos básicos porque se está deteriorando mucho.