-Pese a haber aumentado el índice de lectura en casi tres puntos respecto a 2012, la impresión es que en España no se lee. ¿Mitificamos en exceso el pasado?

-Sí. Cuando, por ejemplo, se piensa en un movimiento esplendoroso de la literatura como el que representó la generación del 98 y luego la del 27, el índice de lectura era bajísimo y las tiradas de los grandes escritores eran prácticamente reducidísimas. Todo lo contrario, hemos avanzado entre otras cosas porque el sistema educativo se ha universalizado.

-Dijo en una ocasión que es gracias a su interés de niño por la literatura y la lengua lo que le ha llevado a estar donde está. ¿Qué obras le han marcado más?

-Puede parecer un tópico, pero es totalmente cierto. El libro que más me ha marcado y me sigue marcando es el "Quijote". Es un libro de alcance universal, lleno de sabiduría y que nunca defrauda. Igual que los protestantes pueden leer diariamente al azar párrafos de la Biblia, con el "Quijote" se puede hacer lo mismo. Se puede empezar por cualquier página, y leyendo lo que hay allí uno encuentra cosas de mucho sentido.

-La revolución digital, ¿pone en riesgo la supervivencia de la literatura?

-Es un tema discutible, porque es gracias a la sociedad digital que se está produciendo la ciberliteratura. Más pernicioso, creo yo, es el fenómeno de la industrialización de la literatura. Hoy en día se hace una literatura de usar y tirar. Obtenido el beneficio económico ese texto desaparece.

-De acuerdo a Rubén Gallo, las amenazas también proceden del mundo académico. Usted es catedrático.

-Estoy muy de acuerdo. Hay un exceso teórico sobre todo a raíz de la deconstrucción, que en los Estados Unidos fue una auténtica plaga. Se terminó por desactivar institucionalmente la literatura por los "estudios culturales", donde cabe todo y no existe ningún tipo de distinción canónica. Eso ha sido terrible.