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HABLEMOS EN SERIE

Una de romanos con celtas cortos

"Britannia" intenta seguir el rastro de "Juego de tronos" en plan barato, con un guion pobretón y personajes endebles

Kelly Reilly es Kerra en "Britannia".

Suele pasar: triunfa una serie y empiezan a salir clones de diverso pelaje. Y siempre inferiores. Cuando Juego de tronos empezó a arrasar en audiencia (un éxito menos previsible de lo que ahora se piensa, acertar en televisión, como en economía, es muy fácil a toro pasado) los proyectos de similar catadura empezaron a amontonarse en las mesas de las productoras. Problema: este tipo de productos salen muy caros salvo que hagas como las cadenas españolas y tires de l ow cost, asumiendo que saldrá algo pobretón. Condicionante: la mezcla abrasiva de violencia y sexo que proponía la adaptación de los libros de George R.R. Martin -y uno de los motivos de su gran acogida, no seamos hipócritas- es una apuesta difícil de superar. Britannia no soluciona el problema y prefiere esquivar el condicionante. El resultado es una serie a la que cuesta tomarse en serio, y no solo por el imperativo legal de que todos los personajes, vengan de donde vengan, hablen inglés con diversos acentos, sin traductores ni guía del viajero a mano. Violencia hay, pero sin excesos. Alguna castración, algún despellejamiento, alguna ceguera con cuchillo y poco más. Y el sexo aparece con cuentagotas, sin galerías de desnudos. Lo que sí abundan son las sentencias pseudoprofundas, del tipo "a esta gente no se la derrota matando a sus guerreros. Hay que matar a sus dioses". La banda sonora "moderna" no pega ni con cola y el reparto es muy desigual. No le cuesta mucho destacar a Kelly Reilly, una arquera que donde pone el ojo donde pone la flecha. A Reilly la estamos viendo brillar con un papel más suculento en Yellowstone.

Britannia va de romanos y británicos en el año 43 a.C. y recrear eso es costoso. Demasiado para una producción de todo a cien que prefiere las escaramuzas a las batallas. Hermosos paisajes, faltaría más. El ejército imperial se propone domar las tierras británicas en las que mandan clanes celtas y malísimos druidas. El planteamiento es prometedor, con un líder romano de sexualidad dispersa y ganas de agitar un poco su rutinaria vida de conquistador con alucinaciones y sometimientos. La escena en la que perdona la vida a un desertor si se carga a sus compañeros tiene garra: la supervivencia es una buena excusa para aceptar ser un monstruo.

Al otro lado, Kerra (Reilly) la hija brava del rey de los Cantii, se enfrenta al dilema de unirse a la odiosa reina Antedia unir fuerzas contra los atacantes. Entre luchas tribales, alucinaciones, locura, magia, crueldad destemplada y huidas infantiles, Britannia despliega sus pocas armas con un ritmo más bien apagado y sin que las muertes inesperadas de personajes en principio importantes (también herencia de Juego de tronos) alteren demasiado el pulso porque lo que les pase nos importa un rábano celta. Lo lógico en una serie así es que sea blanco fácil para los que busquen algún parecido con la realidad histórica: ninguno. Por contra, quienes se acerquen a ella con ánimo jovial pueden pasar algún rato descacharrante en el que no sabes muy bien si lo que nos cuentan va en serio o es directamente una parodia.

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