Curtido en batallas, Manoel Soto (Ourense, 1944) libra ahora la que sin duda es la más importante de su vida: vencer al bicho, como llama al cáncer que padece, y al que dedica todo su tiempo. "Me ha tocado una vida de lucha y esta también lo es. Este partido no es fácil, pero estoy convencido de que lo voy a ganar", afirma el hombre que estuvo al frente del gobierno local de Vigo desde 1979 a 1991.

-¿A qué dedica el tiempo Manoel Soto?

--Tengo una dedicación fundamental, que es prolongar mi vida. Tengo un cáncer de pulmón. Recibí tratamiento de quimioterapia y radioterapia en el Cunqueiro y en el Meixoeiro, por cierto, con un trato excelente en los dos hospitales, y ahora estoy con uno de inmunoterapia. Esto se ha convertido en un objetivo absolutamente central de mi vida, al que he tenido que subordinar cualquier otra circunstancia. Sigo produciendo arreglos de música en el ordenador, aunque ahora estoy jubilado. A veces colaboro con alguna coral y toco en algún grupo. En cuanto a los arreglos musicales, son una cuestión de trabajo, pero también lúdica. La música para mí es una pasión.

-¿Cómo recuerda su etapa como alcalde?

-Recuerdo la tremenda ilusión que pusimos en el trabajo, no solo la corporación, sino también los funcionarios. Y eso que cogimos un Concello arruinado. El Concello ponía los materiales y los vecinos, el trabajo para hacer caminos. E hicimos cientos de caminos en las parroquias y les pusimos luz, y agua corriente, de la que carecían 70.000 vigueses. Trajimos el Meixoeiro, la Universidad, la autopista para Vigo... Esto hizo que Vigo viviera la mayor revolución de su historia, una revolución absoluta y maravillosa, creada por la ilusión de muchos ciudadanos. Yo recuerdo estos primeros tiempos por encima de cualquier otros.

-Y fue el alcalde de la Movida...

-Un concello tiene que servir de peana para que las mejores manifestaciones culturales discurran y el de Vigo lo fue. Ahora puede extrañar, pero los conjuntos vigueses no habían actuado antes en el Parque de Castrelos. En gestos como este basaron su confianza los grupos y la movida viguesa estuvo en el punto más importante de la vanguardia musical de España. Y no solo en la música. Recuerdo cuando los madrileños despertaron un día y vieron la cuidad empapelada con carteles que decían: "Madrid se escribe con V de Vigo". Fue una campaña de una tremenda creatividad.

-¿Sigue de cerca la política?

-Sí, porque la llevo dentro y juzgo lo que se hace todos los días y a todos los niveles. Otra cosa es que de momento no haya querido volver a hacer política. No sé si en un futuro porque nunca se sabe. La primera vez que dejé la alcaldía no pensé volver y luego volví.

- Esa ilusión se ha perdido...

-Yo veo mucho desencanto porque los dos grandes partidos, PP y PSOE, nos han desencantado con los casos de corrupción y con una crisis económica tremenda frente a la que han pedido a todo el mundo que se apriete el cinturón mientras que ellos no se lo aprietan en nada. Sigue habiendo una administración que sobra y creo que es fácil deducir cuál. ¿Para qué? Para mantener cargos políticos que no deberían existir y que pagamos todos.

-¿Su peor momento fue la reconversión naval?

-Es en el que más sufrí porque es difícil tener la conciencia de lo que hay que hacer, hacerlo y sufrir una incomprensión general tan enorme. Me ofrecieron encabezarla y leer el manifiesto de la manifestación de Vigo, pero me negué porque la ciudad tenía que emprender otros caminos. Y así fue. Yo hoy no milito en ningún partido, pero tengo que decir en favor del PSOE que nadie me dio nunca ninguna instrucción sobre lo que tenía que hacer en los doce años que fui alcalde. Entonces se dijo que era una decisión partidista, pero no fue así. Los alcaldes de Sagunto y de Gijón también eran del PSOE y encabezaron las manifestaciones. Y lo respeto, pero la autoridad moral ganó esta batalla para Vigo. Yo no estoy a favor de los populismos. Se preguntará qué gané con ello. Pues credibilidad, con la que después conseguimos la autopista para Vigo. Por ello, si miro atrás siento una gran satisfacción por el deber cumplido.

-¿Por qué no le gustan?

-Porque a los populismos les falta el rigor, y para mí la política empieza en el rigor. Pero la culpa de la falta de rigor la tienen los ciudadanos, porque les metan la gambada que les metan siguen votándolos. Voten objetivamente, en primer lugar, a quienes les merezcan credibilidad. Falta formación política ciudadana para saber que realmente uno puede decidir colectivamente, pero que para eso tiene que actuar con rigor.

-¿Cómo ve Vigo hoy?

-Mejoró mucho y creo que tiene una gestión municipal muy estimable, aunque no me gustan nada las relaciones institucionales del Concello ni con el Celta, ni con la Xunta ni con la Universidad, por ponerle tres ejemplos de relaciones que deberían ir de otra forma.

- Su carrera política comenzó en el PSOE clandestino, durante la dictadura. ¿Qué recuerda de esto?

-Fue una época ilusionante porque trabajamos por traer la democracia, pero también de tremendo miedo. Si llamaban a tu puerta por la noche te sobresaltabas.