El festival Resurrection Fest encaró ayer su jornada de clausura, tras cuatro días de música sin interrupción en los que los sonidos pesados del metal y el rock duro coparon por completo el día a día de la coqueta villa lucense de Viveiro.

Entre los asistentes a media tarde predominaron, al contrario que en jornadas anteriores, los semblantes largos después de varios días sin tregua en el recinto de Celeiro, en el que el verde césped de la apertura se convirtió en un terreno yermo, del que surgieron de vez en cuando nubes de polvo como fruto de los bailes salvajes de un público convertido en una suerte de ejército huno improvisado.

Después del espectáculo de música y luz que el viernes trajo Scorpions, la histórica banda alemana de hard rock, fueron muchos los que al día siguiente portaron consigo vasos con bebidas energéticas. Y es que resultó necesario recargar las pilas antes de afrontar el resto de la jornada, que trajo como platos fuertes las actuaciones de Frank Carter & The Rattlesnakes -muy queridos por los fans del Resurrection Fest-, Prophets of Rage o, sin duda, los norteamericanos Kiss.

Scorpions, que la noche anterior había levantado el furor entre el público congregado, aun resonaban junto a las canciones que interpretaron Paradise Lost en la humedad del césped durante la tarde. Sus voces eran ecos que insistían en recordar a los asistentes que los autores de la intensa balada metal "Still loving you" y la eléctrica "Rock you like a hurricane", sabían jugar bien sus bazas pese al paso de los años. Con su aclamado final, el público rememoraba la manera en que Klaus Meine y los suyos habían abandonado el escenario entre vítores. dejando paso para los conciertos del turno de madrugada, ya que el metal gótico de los británicos Paradise Lost no había dadotregua a los asistentes y enseguida comenzaron a sonar desde el extremo opuesto del recinto de Celeiro, en el conocido como Ritual Stage.

A luz de un tímido sol, oculto la mayor parte del tiempo, el festival se encaminó hacia el final en el que tomaron protagonismo las bandas locales y nacionales, encargadas de ir amenizando la jornada mientras llegaban más y más asistentes.

Así pues, el stoner de los manchegos River Crow abría, cerca del mediodía, la carpa del Chaos Stage, a quien le daría el relevo la propuesta experimental de los valencianos Pürpura en el Desert Stage.

La responsabilidad de abrir el escenario principal recayó sobre Somas Cure, un grupo madrileño que reunió ya a un número considerable de gente que disfrutó, sobre todo, con la portentosa voz de su cantante Txema Fonz, debida en parte a las clases de su mentor Leo Jiménez, vocalista de RSaratoga.

El ambiente de respiro permitió también que los visitantes más tempraneros pudieran disfrutar sin colas con los distintos puestos o la parafernalia propia del festival, como el mural en recuerdo de Lemmy Kilmister,exvocalista de Motörhead; el cementerio del rock o las estatuas repartidas por todo el recinto muy socorridas a la hora de tirar instantáneas.

De este modo enfila el Resurrection Fest la despedida de su decimotercer capítulo, que reunió en esta ocasión a más de 60.000 personas sumando todos los días, una marea de camisetas negras, tatuajes variopintos y calcetines a media pierna que pudieron disfrutar de la magia de este espectáculo .

Resulta extraño recordar que el Resurrection Fest había comenzado a difundir su esencia heavy metal en 2006, con tan solo un escenario y ante 2.000 personas. Ahora con más de sesenta mil asistentes es uno de los festivales de referencia en el género a nivel europeo.