EELS e Iván Ferreiro ponen banda sonora a esta peregrinación que parece más un acto de fe como el Rocío o La Meca que un idílico festival 'loco guay'. Los que van entrando dejan atrás un caos que sigue creciendo, pero tienen a su vez que enfrentarse a nuevos retos como los juegos del hambre para avituallarse, pues pedir en las barras es toda una odisea que aún se complicará más en las horas siguientes. Más todavía cuando se acabe la cerveza en varias barras, con los asistentes agolpados durante otra hora de reloj, de nuevo esperando pacientemente ante los desbordados e insuficientes camareros, perdiéndose de paso alguno de los nombres del cartel.

Porque otra cosa que tiene Mad Cool ahora que llega a siete escenarios es que pone sobre la mesa una jugosa sucesión de nombres, pero los asistentes no podrán ver cómodamente más de dos o tres conciertos. Cuatro con muchísima suerte, aunque el número es mayor si previamente has pasado por caja y has adquirido el abono VIP que permite posicionarse delante del escenario. Para cuando el sol comienza a irse la psicodelia de Tame Impala tiñe de colores un segundo escenario hasta la bandera.

Aún no han acabado Tame Impala y ya hay miles de personas esperando impacientes ante el escenario principal para meterse entre pecho y espalda el plato principal de la velada. Porque once años después de su paso por el Festimad de Leganés y doce después de pisar el Palacio de los Deportes, Pearl Jam al fin vuelven a la capital. Ese es el único reclamo para buena parte de la concurrencia, de hecho, que toma posiciones antes de que los 80.000 asistentes se giren al unísono hacia este punto exacto de Madrid.

Se apagan las luces pero antes de que empiece la música nos ponen un anuncio inmobiliario de Valdebebas al que solo le falta el lema 'podrás ir andando cómodamente al Mad Cool'. Purita ironía publicitaria que queda en jocosa anécdota cuando aparecen Pearl Jam con la cadencia hipnótica de "Release", tema de su disco de debut, Ten (1991), con el que instantáneamente se convirtieron en icono del grunge entonces y que les mantiene ahora, junto al resto de su discografía posterior, como la última gran banda clásica de la vieja escuela del rock. Y de repente todo lo pacedido no importa.

Bardem y Tosar

Pero Pearl Jam por fin consiguen que la música sea verdaderamente el motivo de todo. Con un sonido potente y limpio, la icónica voz de Eddie Vedder guía al público hacia una suerte de reconciliación colectiva con "Elderly woman behind the counter in a small town", "Given to fly", "Lukin" o "Corduroy." Pura épica rock para las masas. Y no pierde la oportunidad el vocalista de sacar su sempiterna botella de vino para brindar leyendo una nota en español: "Un brindis por la primera noche del festival. Un amigo me dijo que habría mucha gente loca. Eso espero porque me encanta España y yo adoro la locura. `Un gran abrazo a vosotros, mis amigos locos!"

Este año el grupo lanzó el single "Can't deny me", una suerte de alegato contra Trump que esta noche Eddie Vedder dedica "a todas las fuertes mujeres, las que cambian el mundo". Acto seguido aparecen en las pantallas los actores Javier Bardem y Luis Tosar con un mensaje feminista animando además a no permanecer indiferentes ante el acoso sexual: "Si dicen no es no y si no te dicen que sí, también es no".