Las ballenas, rorcual común (Balaenoptera physalus), se alimentan de pequeños crustáceos de la capa superior de la columna de agua. En el Atlántico Norte, esta ballena se distribuye en varias subpoblaciones y realiza migraciones anuales estacionales norte-sur.

Un estudio publicado en la prestigiosa Science acaba de examinar la variación de las relaciones isotópicas de carbono y oxígeno en la piel de las ballenas comunes al largo de tres décadas en dos localidades diferentes del Atlántico Norte, separadas más de 2.700 km de distancia: Islandia y Galicia.

Así, en primavera las ballenas frecuentan los "pastos de alimentación" de altas latitudes, donde comen intensamente y engordan durante varios meses. En otoño migran hacia bajas latitudes, momento en el que transitan por frente las costas de Galicia, e invernan en zonas más cálidas donde las condiciones son más acomodadas para reproducirse, donde la comida es más escasa.

Por tanto, son espléndidas "vigías", o bioindicadoras de cambios en "las relaciones isotópicas de carbono y oxígeno oceánicos", según aseguran desde la Coordinadora para o Estudio dos Mamíferos Mariños (CEMMA).

Esto es así porque las ballenas al ser altamente móviles integran en sus tejidos a heterogeneidad de las señales ambientales locales a través de su alimento, con lo que sus cuerpos conservan la "memoria" de los cambios temporales en las concentraciones de estos isótopos de los lugares por donde pasan.

El muestreo realizado en este estudio sirvió para comparar diferentes períodos de las últimas décadas y analizar la variación espacio-temporal de los isótopos estables oceánicos en dos áreas del Atlántico Norte.