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Gabriel Magalhães: "La pasión ibérica es rica en la cultura pero resbaladiza cuando llega la política"

"El nuevo Gobierno de España, rodeado de dudas e incertidumbres, también ha generado mucha esperanza"

Gabriel Magalhães.

El profesor y escritor Gabriel Magallanes (1965, Luanda, Angola) ha dedicado buena parte de su carrera a estudiar la identidad de España. En 2016 publicó el ensayo "Los españoles" (Editorial Elba), en el que, a partir de la historia de España, explora posibles soluciones a los retos actuales. Pasó la niñez en el País Vasco y se doctoró en Salamanca.

- ¿Cómo somos los españoles a los ojos de Portugal y de los portugueses?

- Los puntos de vista portugueses sobre España son varios. El resultado es, pues, una pintura cubista. No obstante, me temo que en ese lienzo domina lo tópico: la alegría, la playa, el toro, la fiesta. Pero también hay compatriotas míos que se zambullen con fruición en todas las complejidades de la cultura española.

- El escritor José Saramago siempre hablaba de la unión ibérica como solución ideal para la Península. ¿Lo cree así?

- El iberismo de Saramago fue evolucionando a lo largo de su vida. De hecho, la Península en que vivimos es tan rica que siempre ocurre algo que nos sorprende y hay que replantearse lo que uno piensa. Iberia es como un libro que no se acaba de leer nunca, con páginas de arena, como el volumen que Borges imaginó en uno de sus cuentos. Al final de su vida, el autor de "La balsa de piedra" ya no era tan iberista. Creo que se dio cuenta de que la pulsión, la pasión ibérica, era muy enriquecedora en el campo de la cultura, pero peligrosamente resbaladiza cuando uno se cruza con la política.

- ¿Qué nos acerca y qué nos aleja?

- Lo que más nos aleja son los idiomas. Cada uno de ellos es como una cápsula, en la que uno puede encerrarse, ignorando la cultura del otro. Para vivir el iberismo cultural que planteo hay que circular por los varios idiomas peninsulares. Sentirlos como propios o, al menos, como cercanos. Ese es uno de los grandes retos del futuro. Lograr que todos los idiomas de la Península dejen de ser castillos y que tiendan puentes entre sí.

- ¿Defiende introducir todas las lenguas peninsulares en los planes de estudio?

- Eso cambiaría las mentalidades. Todos seríamos más abiertos, más dúctiles, sin dejar de amar nuestro terruño. Y eso es precisamente lo que más nos une: una tierra que no sabe de fronteras y una historia que necesariamente tuvo y tiene aspectos comunes.

- ¿Sigue pensando que Cataluña ha sido muy generosa con el castellano?

- Lo que suelo comentar es que, al contrario de lo que se afirma, en Barcelona se habla mucho el castellano. Por lo general, en esa gran ciudad no te obligan a usar el catalán. No te arrinconan con su idioma. Ese es un tópico que no corresponde a la verdad. En los bares, en los transportes, ves a la gente cambiando de idioma con la mayor facilidad, como si fueran trapecistas lingüísticos.

- ¿Habrá independencia?

- No me siento el mago Merlín de la Península, con capacidad de adivinar el futuro. La mayoría de la sociedad catalana no desearía la independencia. Ha sido siempre ese el resultado en las elecciones. El independentismo ha crecido mucho en los últimos años, en parte a causa de una enorme falta de sensibilidad política en Madrid respecto al tema catalán, en parte gracias a la acción de un núcleo duro de la catalanidad que realmente desea eso. Pero, de momento, la sensibilidad de la mayoría de los catalanes no va por ese derrotero.

- ¿Le molesta la actitud pasiva que muchas veces adopta España ante los asuntos lusos y ante un idioma que casi nadie habla?

- Es algo que comprendo y que refleja lo que antes le comentaba. Uno se puede meter dentro de su lengua como en el interior de una cápsula. Y hay españoles y portugueses que viven así, en la clausura estricta de sus respectivas culturas. No obstante, también hay en España gente que ama entrañablemente a Portugal. Personas que han sido y están siendo fundamentales para nuestro país. Cada uno de ellos es una piedra preciosa, mucho más valiosa que la calderilla de la actitud común que es ignorar el otro país y que también ocurre en Portugal respecto a España.

- Son ustedes una república que conserva maneras de monarquía. ¿España es una monarquía con vocación republicana?

- Enhorabuena por la magnífica síntesis que ha hecho y con la que estoy de acuerdo. Además, lo ha dicho poética y paradójicamente. Y la paradoja y la poesía son buenos ventanales desde donde ver qué es lo ibérico.

- Portugal tiene cada vez más protagonismo en las instituciones europeas. Ha capeado la crisis y vive un buen momento. ¿Alguna receta para España?

- Sí, es cierto que el país vive un buen momento. Pero siguen latentes problemas graves, que pueden venir a flote en cualquier momento. El peso excesivo del Estado en la economía se mantiene. Los jóvenes continúan saliendo del país. Hay un abismo demográfico que el país contempla sin tomar medidas. Y se sienten derrumbes muy importantes en la enseñanza. Los profesores sabemos que lo que está pasando es muy preocupante. Sería pura arrogancia dar lecciones a España. Lo que podemos desear es que todo se resuelva bien en el país hermano.

- ¿Qué lectura hace del reciente cambio de Gobierno?

- Rodeado de todo tipo de dudas e incertidumbres, el nuevo Gobierno de España también ha generado mucha esperanza. Creo que hay que aguardar un poco para ver qué puede pasar en realidad.

- Hay un experimento curioso que es pasar de una playa española a una portuguesa y de pronto comprobar que desaparece el ruido. ¿Nos falta un poco de silencio interior y exterior a los españoles?

- Resulta curioso que a usted le guste, por lo que me pregunta, saborear el silencio portugués. Algo que muchos españoles aprecian. A nosotros, los lusos, nos encantan el ruido, el barullo español. El griterío entusiasmado de los bares, de los restaurantes, es para nosotros como un masaje rejuvenecedor. España es una zarzuela que se escucha con el sonido a tope. Y es que a veces el silencio en Portugal es tan grande que uno siente como si desapareciera. Es como si los momentos se desmayaran.

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