Marcos Carnevale empezó muy abajo con la lamentable "Almejas y mejillones" (2000), tocó el cielo con "Elsa y Fred" cinco años después y luego se lo trabajó con tenacidad para convertirse en un entusiasta inquilino de la comedia adobada con distintas especias y edulcorantes, aunque con especial querencia por lo sentimental. El público le suele respaldar, así que no es extraño que a la hora de abordar la primera religión de millones de argentinos, el fútbol, recurra una vez más a la fórmula que, de momento, le garantiza el éxito comercial. Lo malo de la jugada es que si bien el humor funciona en sus parámetros más cómicos, merodeando la caricatura social a partir de retoques costumbristas no exentos de acidez, la irrupción de lo melodramático desbarajusta el conjunto y acaba llevando el partido al área de lo lacrimógeno. Empate por los pelos, y gracias.