Alfonso Armada (Vigo, 1958) sigue amando el periodismo que se alimenta de tiempo; ese del que nacen "historias extraordinarias". Trabajó en FARO DE VIGO, "El País" -donde fue corresponsal en la guerra de los Balcanes y en África- y "ABC", diario del que fue director adjunto, corresponsal en Nueva York y donde dirigió el suplemento de Cultura. Armada ofrece ahora su visión de una España fuera de foco, un periplo que refleja su libro "Por carreteras secundarias" y que centrará una charla-coloquio en torno al viaje y la escritura hoy en el Club FARO (20.00 horas).

-Alguien dijo que los mejores escritores gallegos no sabían conducir. Ese punto de vista privilegiado de pasajero les habría facilitado las mejores vistas. Usted también hizo pegado a la ventanilla el viaje que narra en "Por carreteras secundarias".

-No he aprendido a conducir todavía, y no creo que aprenda con 60 años. La idea originaria era hacer un viaje de dos meses por toda España, siguiendo carreteras secundarias. Lo que ocurre fue que cuando llegamos a O Courel, el trabajo quedó truncado [...] Al año siguiente decidimos empezarlo al lado de Vigo, en Tui, y completar el mapa de España por Zamora y León, luego Extremadura, la ruta de la Plata hasta Andalucía, Levante, Castilla La Mancha y vuelta a Madrid.

- ¿Cuál es el motivo de iniciar ese viaje por zonas alejadas del mar?

-No había vocación de no acercarse al mar, pero es verdad que está poco presente. La idea era, sobre todo, hablar de lugares de España perdidos, que están fuera de foco y donde hay personas que llevan vidas en muchos casos muy interesantes. Salvo en ocasiones dramáticas que (cuando hay un crimen, una catástrofe natural o algo sorprendente) no aparecen en los medios de comunicación. La impresión que damos es que no hay nada fuera de las ciudades principales.

- ¿A eso se debe el subtítulo de "España borrosa"?

-Sí, hay una idea de España, la tierra desdibujada. A fin de cuentas, la imagen que nos hacemos de las cosas llega a través del vidrio de las gafas de los medios de comunicación, que crean la realidad. Ahí es como si no tuviera existencia la periferia. Galicia es un espacio que tampoco aparece demasiado. Si te guías por lo que se cuenta solo están las capitales como Madrid, Barcelona y el resto de España casi nunca aparece. Eso es todavía más agudizado con la España interior.

- ¿Llevaba un plan?

-Fue una forma de viajar de otra manera, un poco a la aventura y sin una guía previa. Había algunas cosas que quería ver: saber qué relación tenía Juan Ramón Jiménez con Moguer o Azorín con Monóvar. Y para mi sorpresa, en Moguer descubrí que la gente hablaba con devoción casi familiar de Juan Ramón Jiménez y de "Platero y yo", mientras que en Monóvar prácticamente nadie había leído a Azorín.

- También viajó a Celanova, tierra del poeta gallego Celso Emilio Ferreiro.

-Tenía mucha curiosidad por ver la tierra de Celso Emilio Ferreiro, porque nunca había estado en Celanova. También en ir a O Courel, por Uxío Novoneyra.

- En el periplo por Pontevedra, no está Vigo pero sí Tui y hay recuerdos al mar y a Verne.

-Llevo mucho tiempo viviendo en Madrid, desde que vine a estudiar Periodismo y Teatro, pero la nostalgia del mar está permanente viva, aunque aplazada. Estoy continuamente pensando en volver a Galicia y creo que pronto llegará el momento de reencontrarse con el mar.

- Más allá del viaje, son fascinantes las personas con las que se va encontrando. ¿Cómo llega a ellas?

-Creo que eso tiene que ver mucho con el tiempo que dedicamos a hacer las cosas. Hay una poeta polaca, Wis?awa Szymborska, que fue premio Nobel hace unos años y que también hace un mapa que se llama "Falta de atención". Creo que es una forma de recordarnos a todos que vivimos a demasiada velocidad. Y que, para ganarse la confianza de la gente y te cuente su vida, necesitas primero mostrar un interés genuino. Por eso, cuando llegas a un pueblo te paras, te sientas y empiezas a preguntar, te das cuenta de que la gente lo que quiere es que le presten atención. Eso es la base del periodismo y a largo plazo de la amistad. Hay otro curso de la vida que es muy interesante pero que, para descubrirlo, tienes que desviarte de la autopistas. Dejar atrás los trenes de alta velocidad, los aviones, y caminar. Y caminando, descubres que hay una vida que está ahí y que nos pasa desapercibida porque no prestamos atención.

- ¿No cree que hoy en día no todo el mundo puede permitirse tener tiempo?

-Eso tiene que ver también con la forma en la que vivimos la vida y las vacaciones. De repente, las vacaciones se convierten en éxodos masivos, en los que la gente está deseando llegar cuanto antes al lugar. Nos metemos en aviones o en autopistas deseando llegar, para empezar a consumir el tiempo. Que cada día sea una experiencia que te haga olvidar un poco de dónde vienes y adónde vas. Mientras esto es una propuesta distinta. Es decir: la esencia del viaje es el tiempo que inviertes en ir de un lugar a otro. Es como vivir la vida al margen de internet, la velocidad y estar abierto al descubrimiento, a la sorpresa, a lo inesperado. Este tiempo tan veloz nos hace tener una experiencia de la vida irreal. Casi una vida virtual. Tampoco se trata de convertir a los pueblos en lugares paradisíacos; no hay un desprecio de la vida urbana que nos ha hecho, a fin de cuentas, ciudadanos. Pero sí un intento de prestar atención a algo que está fuera del radar y que tiene que ver con la experiencia del tiempo. El buen periodismo necesita tiempo, perderse, prestar atención, leer más despacio, escribir más despacio, hablar menos, escuchar más... Creo que es un problema que también tiene la prensa y la vida en general: creo que hay mucho ruido, muchos gritos y poco silencio.

- También aparece la inspiración en Unamuno.

-La generación del 98 creo que hizo un esfuerzo por reconectar con el paisaje y la memoria de la geografía. Y tanto Azorín como Unamuno prestaban atención a la España interior, a recuperar el placer de pasear, de caminar y conversar.

- "Los hombres viven, mueren y no son felices". Cita a Camus en un capítulo de Beteta, Cuenca, en el que el dueño de un hotel sigue luchando. ¿Es aplicable a muchos pueblos gallegos?

-Es la historia de mucha gente que a pesar de los embates de la crisis y la dificultad de vivir, aguanta contra viento y marea. Precisamente me enteré después de que este hombre cerró. También está muy presente esa preocupación porque la vida tenga sentido.