La escritora superventas María Dueñas (Puertollano, 1964) acaba de presentar su última novela, Las hijas del capitán, editada por Planeta y que narra la historia de tres mujeres españolas que emigran a Nueva York en los años treinta del pasado siglo. La autora, que debutó en la literatura con El tiempo entre costuras, ha querido reparar en esta novela el silencio que pesa sobre las mujeres en el relato histórico.

- Las hijas del capitán narra los procesos migratorios de España a Estados Unidos desde la perspectiva de las mujeres en los años 30 del pasado siglo XX. ¿La novela nace con afán de subvertir una mirada androcéntrica sobre nuestro pasado histórico?

-Por supuesto. La idea de escribir sobre mujeres emigrantes surgió a raíz de mi novela anterior, La templanza, cuyo protagonista era un indiano del siglo XIX que emigraba de España a América y después retornaba. Pero cuando me documentaba sobre aquel mundo de los emigrantes me di cuenta de que la historia siempre estaba contada desde el punto de vista de los hombres, lo cual tiene cierta lógica, porque ellos eran normalmente los primeros en dar el paso, pero después te dabas cuenta de que a su alrededor había muchas mujeres que sufrían ese desarraigo y que, arrastradas normalmente por los hombres, se plantaban ante un mundo en el que tenían unas opciones de movimiento más limitadas. Entonces, supe que me interesaba explorar ese mundo de la emigración desde el punto de vista femenino: cómo sentían estas mujeres, qué pensaban y cómo afrontaban ese nuevo gran paso que daban al abandonar su tierra y empezar una vida nueva.

-¿Por qué se interesó por este capítulo histórico en concreto y que, por otra parte, apenas se ha explorado en relación a otros flujos migratorios de España?

-Precisamente por eso, por el enorme desconocimiento que teníamos los propios españoles de esa epopeya migratoria de principios del siglo XX hacia Estados Unidos, en general, y hacia Nueva York, en particular. Por lo general, tendemos a pensar que casi todos los emigrantes que abandonaron España se fueron con dirección a Argentina, Uruguay o Brasil, y es cierto que una gran masa numérica emigra a Latinoamérica, pero muchas personas emigraron a Norteamérica y de ellos sabemos muy poquito. Por eso he tenido interés en reivindicar aquel destino.

-¿En qué fuentes basó su trabajo de documentación y en qué medida fue un proceso trabajoso?

-El proceso fue arduo, pero apasionante también. La investigación es lo que más me apasiona a la hora de afrontar un nuevo proyecto literario. Cuando empiezo a escribir es cuando arranca lo duro, pero mientras estoy investigando todo es nuevo e ilusionante porque se abre por delante un panorama prometedor. Para esta novela, en concreto, he utilizado tres fuentes muy diferenciadas. Por un lado, las investigaciones ya hechas en primera persona por dos especialistas en asuntos migratorios: James Fernández, profesor de la Universidad de Nueva York, y el periodista Luis Argeo, ambos con una vinculación familiar con el mundo de la migración y con diez años de trabajo a sus espaldas para recomponer el mapa de la migración española en Estados Unidos. Otra fuente muy interesante ha sido el periódico La Prensa, fundado por José Camprubí, cuñado de Juan Ramón Jiménez, en aquellas décadas en Nueva York y único diario en español en la época, que estaba al servicio de la colonia española y de las distintas colonias latinoamericanas. Para mí, este periódico ha sido una mina de oro, porque me ha proporcionado muchísima información relativa a los movimientos de la colonia, las asociaciones en las que se juntaban y los negocios de la colonia, que eran muchísimos, como las casas de comida, como El Capitán. Y por último he contado con una tercera fuente de información maravillosa, que ha sido la voz de aquellos que vivieron la emigración, porque muchos de los que eran niños en los años treinta siguen vivos y, si no, sus descendientes. Y todas las puertas a las que he llamado me han tratado con un cariño, una cordialidad y una generosidad entrañables; me han enseñado sus álbumes de fotos y me han contado miles de anécdotas relacionadas con la dureza de aquella vida que, a su vez, también era muy entrañable, porque todos eran jóvenes, tenían ganas de hacer cosas y tenían un futuro entero por delante. Estos tres cauces me han servido para crear el trasfondo de esta novela y, sobre esa base, he montado una ficción.

-La revisión de episodios del pasado suele aclarar muchos conflictos del presente. ¿Lo ha vivido así con Las hijas del capitán en el contexto de la crisis de los refugiados en Europa?

-Pues sí, porque, en realidad, me ha llevado a una reflexión muy simple y muy cercana, que es que España ha sido un país eminentemente emigrante a lo largo de muchos periodos de nuestra historia. Y en estas últimas décadas, en las que hemos recibido a tantísimos emigrantes, que son personas que vienen buscando de forma honesta un futuro y unas oportunidades para salir adelante, tanto para ellos como para sus hijos, creo que está bien que tengamos en cuenta que, hace no tantos años, nosotros éramos ellos. Por tanto, deberíamos ser un poco más compasivos, más tolerantes y más generosos con todos estos emigrantes que, como nosotros entonces, vienen en busca de una vida mejor.

-¿Cómo es su realidad, como mujer, en el sector del libro?

-Yo me siento muy cómoda y, además, he tenido muchísima suerte, porque los lectores me han acogido desde el principio con una gran generosidad y cordialidad. La editorial Planeta, en la que publico, cuenta con un peso femenino tremendo y, en ese sentido, no he sufrido ningún signo de machismo en mi trabajo del día a día, pero sí me consta que todavía hay muchas cosas por corregir. Por ejemplo, muchos hombres, que no todos, pero sí bastantes, desde lectores de a pie hasta periodistas culturales o críticos literarios, siguen pensando que las mujeres escribimos solo para las mujeres, y ese es un estereotipo absurdo que hay que romper. Al igual que las mujeres hemos leído todo lo que los hombres nos han contado a lo largo de la historia, sin ningún tipo de prejuicio de género, creo que esos hombres que todavía tienen prejuicios hacia las escritoras deberían quitarse la venda y pensar que las mujeres, aunque contemos historias desde nuestra mirada de mujeres, tenemos muchísimas cosas que aportar, tanto a hombres como a mujeres.

-¿Cree que esa mirada de mujeres conlleva la existencia de una "literatura femenina" o es contraria a esa catalogación como género literario?

-Bueno, quizá puede darse un tipo de literatura romántica o sentimental narrada desde una mirada que es considerada más femenina, pero que puede interesar, o no, a más o menos hombres, al igual que a más o menos mujeres. Pero esa mirada no quiere decir que las mujeres no tengamos una voz válida e interesante para que nos lean los hombres también, sino al contrario. En realidad, creo que algunos igual podrían aprender de lo que contamos las mujeres y pueda servir para abrir los ojos a muchas realidades.