Un espacio abierto y con plena libertad en donde cada usuario experimenta para desarrollar la creatividad y el talento que todo ser humano lleva dentro. Esta es la filosofía del Creative Growth Art Center de California, el centro de artistas con discapacidad más antiguo del mundo. La Fundación María José Jove es una de las entidades que se ha inspirado en este modelo para desarrollar varios proyectos de arte inclusivo. Fruto de ellos, ahora puede visitarse la exposición Esto no es un plan B, con obras de personas con discapacidad o riesgo de exclusión de diferentes asociaciones de A Coruña.

Judith Scott, sordomuda y con síndrome de Down; Dan Miller, diagnosticado de autismo o William Scott son tres ejemplos de artistas con discapacidad que han visto cómo sus obras llegaban al Museo de Arte Contemporáneo de Nueva York (MOMA) o a la Bienal de Venecia. Un éxito que consiguieron de la mano del Creative Growth Art Center de California, el centro de artistas con discapacidad más antiguo del mundo que lleva 40 años fomentando la creatividad entre este colectivo y de paso mejorar su autoestima y favorecer su integración en la sociedad. Desde la Fundación María José Jove reconocen haberse "inspirado" en la filosofía de este centro americano para desarrollar su programas de arte inclusivo. Por ello, ayer contaron con la presencia del director del Creative Growth, Tom di María, quien impartió una conferencia sobre su proyecto y participó en la inauguración de la exposición Esto no es un plan B, en la que se exhiben 37 obras realizadas por personas con discapacidad o en riesgo de exclusión.

Di María y su equipo parten de la base de que cualquier persona, independientemente del grado de discapacidad que tenga, cuenta con potencial creativo. "Solo hay que darles la oportunidad", señala el director del Creative Growth Art Center desde hace 18 años. Para ello, en el centro apuestan por dar plena libertad a sus 162 usuarios con el objetivo de que desarrollen sus habilidades creativas cómo y hacia dónde ellos quieran. "Cuando llegan les damos papel y algún material tridimensional como barro o algo de costura y ellos prueban qué se les da mejor y deciden qué quieren hacer", indica Di María, quien explica que esta fue la filosofía desde sus inicios en 1974 cuando varios artistas decidieron instalar unas cuantas mesas en sus propias casas y abrir las puertas a personas con discapacidad para que "se expresasen a través del arte".

Con esta premisa, el Creative Growth se estructura como un espacio abierto, lleno de color y materiales de distintas disciplinas (para pintura, fotografía, tapices, escultura o cerámica) en donde los usuarios deciden cuánto tiempo pasan, qué arte crean y si quieren o no que el centro lo exhiba o intente comercializarlo. "Esto no es una comunidad de enseñanza, sino de aprendizaje. El personal no enseña, no toca el trabajo ni dirige su ejecución. Solo resolvemos dudas o damos consejos y sobre todo creemos en las personas", indica el director del centro, quien asegura que el balance de estos 40 años es muy positivo. "El arte es un lenguaje común que ayuda a estas personas a expresarse", señala Di Maria, quien resalta cómo logra sacar lo mejor de cada uno. "Tenemos artistas con autismo que gracias a su trabajo en el centro ahora verbalizan mejor o se relacionan con mayor facilidad con otras personas; artistas ciegos que sienten el color y que hacen esculturas y otros que no hablan pero crean arte a través de palabras escritas", recordaba.