La totalidad de la Conferencia Episcopal chilena, los 34 obispos que dirigen la Iglesia en el país latinoamericano, presentaron ayer su renuncia al Papa Francisco, después de que el Sumo Pontífice les pusiera contra las cuerdas por ocultar casos de abusos sexuales durante décadas. La renuncia colectiva deja al Papa las manos libres para acometer una renovación en profundidad de la Iglesia en Chile, y aunque está en manos de Bergoglio la decisión final sobre si acepta o no el cese de cada uno de los obispos, es de esperar que la crisis se salde con al menos catorce sustituciones en la jerarquía de la Iglesia chilena: la de los obispos directamente implicados en el encubrimiento.

El detonante es el conocido como "caso Barros": la constatación de que el obispo de Osorno, Juan Barros Madrid, encubrió los abusos a menores cometidos por el párroco Fernando Karadima, desoyendo además a las víctimas. Barros, que fue nombrado obispo de Osorno por el propio Francisco en 2015, se formó a la sombra de Karadima en la iglesia de El Bosque, en Santiago.

Tras constatar la veracidad de las denuncias y el encubrimiento sistemático de la jerarquía eclesiástica chilena, Francisco reclamó la presencia en el Vaticano de la totalidad de los obispos chilenos, que llegaron este martes, para una cumbre. El Papa les entregó un texto en el que indicaba con claridad "una serie de hechos reprobables", en relación a los "inaceptables abusos de poder, de conciencia y sexuales". La carta era un documento durísimo de diez páginas, que filtró durante la madrugada italiana el canal de televisión chilena Tv13 y que contiene parte de la conclusiones de la extensa investigación que realizó el arzobispo maltés, Charles Scicluna, y que recoge que "algunos religiosos, expulsados de sus respectivas órdenes por los abusos cometidos, fueron acogidos en otras diócesis y recibieron encargos que los llevaron a estar en contacto con niños y chicos".

Con todo, el Papa afirmó que "los problemas que hoy se viven dentro de la comunidad eclesial no se solucionan solamente abordando casos concretos y reduciéndoles a remoción de personas. Esto hay que hacerlo, pero no es suficiente hay que ir más allá".

El secretario general de la Conferencia Episcopal de Chile, el obispo Fernando Ramos Pérez, y el obispo de San Bernardo, Juan Ignacio González Errázuriz, comparecieron ayer ante la prensa para leer una declaración en la que anunciaron su renuncia y explicaron que "el Papa, según lo estime conveniente, podrá aceptar la salida de un obispo o rechazarla" y, mientras lo decide, "continuarán en sus plenas funciones".