“La manada, de juerga”manada. No es el titular de una crónica sobre los condenados por abuso sexual en Pamplona, sino el de una crítica cinematográfica del diario “El País”. Y no es actual, sino de hace casi siete años. Corresponde a “Resacón 2: ¡Ahora en Tailandia!” (2011), secuela de “Resacón en Las Vegas” (2009), una de las mejores y más taquilleras comedias de enredo de la última década. En un portal de ocio en internet, “Cinemascomics”, encontramos otro titular similar, datado en 2013: “‘Resacón en Las Vegas’, el primer desmadre de la manada”. Y es que el nombre de La Manada lo acuñaron los guionistas de esta película para denominar a cuatro jóvenes adultos en busca de juerga, sexo y desenfreno en la Ciudad del Pecado, a los que dan vida en esta saga los actores norteamericanos Bradley Cooper, Ed Helms, Justin Bartha y Zach Galifianakis.

Precisamente este último actor, de origen griego, encarna al personaje concreto que utiliza por primera vez esta expresión en la primera de las películas de la saga. La escena se produce en la azotea del legendario hotel Caesars Palace de Las Vegas, donde el grupo de cuatro solteros se conjura para una despedida de soltero repleta de juerga, desfase, chicas y alcohol.

Alan, el más desequilibrado y orondo de los cuatro personajes, interpretado por el actor de origen griego Zach Galifianakis, toma la palabra para realizar una declaración solemne: “Me considero a mí mismo un lobo solitario, el único lobo de la manada. Pero cuando mi hermana trajo a Doug [el personaje que se va a casar con su hermana] a casa supe que era de los míos, y en mi manada ya había uno más (…) y ahora estoy seguro de que hay dos lobos más en mi manada. Cuatro lobos correteando por el desierto, en Las Vegas, en busca de strippers y cocaína”.

En ninguna de las películas de la divertida saga de “Resacón en Las Vegas”, creada por el director Todd Philips y los guionistas Jon Lucas y Scott Moore, aparece el abuso sexual ni mucho menos la violación, pero es más que probable que El Prenda -cuyo físico y actitud desenfrenada recuerdan al del personaje de Alan- y sus compañeros tomaran su nombre de la comedia norteamericana estrenada hace ahora nueve años por la identificación grupal y las ansias de desmadre en los Sanfermines.

Al final de la escena fundacional de “la manada” cinematográfica, que se muestra más abajo en el vídeo, Alan (Zach Galifianakis) quiere hacer un juramento de sangre, aunque, tras la reacción de estupor del resto, los cuatro terminan brindando con un chupito “por una noche que ninguno olvidará jamás”. Lo prometido se cumplió, tanto en la ficción como en la sórdida realidad de La Manada sevillana de Pamplona. Ninguno lo olvidará jamás. Y la opinión pública española, tampoco.