El artista Julio López Hernández falleció ayer a los 88 años en una clínica madrileña, donde estaba internado desde hacía un mes tras sufrir un ictus, según fuentes cercanas a la familia. Julio López Hernández, nacido en Madrid en 1930, pertenecía al grupo de grandes artistas, junto con Antonio López, que en la década de los 50 retomaron una alternativa de la tradición realista, con el llamado realismo mágico o transcendente, alejado del realismo más académico y del vanguardismo que en esa época cultivaron Saura, Tápies y Millares.

"La realidad -decía el escultor- no es solo objetiva, es múltiple y completa y nos da una visión del hombre misteriosa; la realidad puede ser impalpable, inaprensible y en ese sentido mi obra no se ciñe a ser una objetividad y potenciar al máximo la morfología humana, también es esa desaparición de lo corpóreo, la vida del espíritu, de lo etéreo, de lo que permanecerá más que tu mismo".

Esperanza López Parada, hija del artista, escribió en Facebook: "Mi padre falleció esta mañana tranquilo y sedado. Había empeorado mucho el domingo. Se ha ido luchando hasta el final y con la discreción y elegancia que le caracterizaban". La capilla ardiente con los restos mortales del escultor quedó abierta ayer en el tanatorio de San Isidro, donde hoy se celebrará una misa antes de recibir sepultura en este cementerio.

El pintor Antonio López, amigo y compañero del que fuera académico de Bellas Artes y Premio Nacional de Artes Plásticas, no quiso hacer declaraciones al encontrarse muy afectado por la noticia.

También el ministro de Educación, Cultura y Deporte, Iñigo Méndez de Vigo, lamentó la muerte de López, que fue galardonado por el Ministerio con el Premio Nacional de las Artes Plásticas en 1982.