Recuerda haber vivido (y sobrevivido) al menos a tantas avalanchas como tipos de aludes existen. La alpinista y concejala de Vigo, Chus Lago, que logró alcanzar la cima del Everest sin oxígeno en 1999 sitúa ahí -precisamente- una de las experiencias con avalanchas de nieve más peligrosas que ha vivido.

"Fue en la cara norte del Everest. Hubo un pequeño terremoto que me despertó en el campamento base y con el que se desprendió una cresta de nieve. Yo estaba sentada y recuerdo que, al abrir la tienda, vi como un rodillo de nieve rodando montaña abajo", relata. "Tenía las botas de montaña en la puerta de la tienda y logré salir hasta el centro del glaciar", comenta. "Todo el cielo se llenó de polvo blanco y sentí el viento de la avalancha; creí que me iba a sepultar, pero al final la ventisca se calmó".

Esa no ha sido la única avalancha difícil de salvar para Chus Lago, que también vivió un peligroso alud junto a su equipo en el Poveda. "Tras tres días de nevada, nos aplastó en el interior de la tienda una avalancha", reconoce.

Otra de las ocasiones en las que sobrevivió a una 'sepultura' de nieve ocurrió en la cordillera asiática del Pamir. Sorprende cómo la viguesa describe aquel sonido, grabado intensamente en su memoria: "Oyes como un crujido, que puede ser un estruendo sordo como un trueno, luego sientes que la nieve toma aire... el silencio de unos segundos previo al alud, con un 'siseo' de toneladas de nieve desplazándose, que se apodera de todo y resulta sobrecogedor", relata la protagonista también de una travesía en solitario en la Antártida y del desafío femenino "Compromiso por la Tierra", que la llevó a atravesar el casquete de Barnes.