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Facebook escurre el bulto

Zuckerberg se niega a dar explicaciones en Londres, pide perdón en la prensa de papel y su algoritmo silencia el caso

Mark Zuckerberg.

Facebook ha levantado un muro alrededor del error de bulto que salió a la luz sobre las maniobras orquestadas en la oscuridad por la empresa Cambridge Analytica, a la que acusan de manejar sin autorización los datos de 50 millones de usuarios de la plataforma social y echar mano de ellos como ariete virtual en la campaña presidencial de Donald Trump.

Tras el clamoroso silencio inicial, el dueño y señor de la red social, Mark Zuckerberg, no parece estar por la labor de apostar por la transparencia: en lugar de acudir personalmente ante la comisión parlamentaria británica que pretende interrogarlo sobre el asunto, quiere enviar en su lugar a uno de sus adjuntos. Los parlamentarios británicos insistieron en que lo apropiado sería que fuera el propio Zuckerberg quien diera la cara. Visto lo visto, no parece probable que el cofundador de la red social acepte la propuesta del presidente del parlamento europeo, Antonio Tajani, para ir a Bruselas a dar explicaciones ante los eurodiputados. En cambio, la prensa estadounidense apunta a posibilidad de que sí compareciera en el Congreso de su país.

Hasta el momento, las únicas palabras de Zuckerberg han sido para pedir perdón. Y, curiosamente, lo ha hecho en la prensa de papel, asumiendo por tanto que son los medios impresos, y no los digitales, donde conviene aparecer cuando se trata de hacer público algo tan serio como unas disculpas globales. Lo hizo el domingo con un anuncio de página entera en la prensa británica y estadounidense. "Tenemos la responsabilidad de proteger su información. Si no podemos, no nos la merecemos", proclamaba el anuncio, firmado por Zuckerberg, seguramente inspirado en un consejo que el fallecido genio de Apple, Steve Jobs, le dio en 2010: "La privacidad significa que las personas saben a qué se están suscribiendo, en lenguaje sencillo y repetidamente".

Arrollado precisamente por la enorme brecha abierta en el muro de la privacidad, con nefastas consecuencias en la Bolsa, Zuckerberg no participa mucho en el que tiene en su propia casa. Su última entrada es del día 24 y en ella recuerda el décimo aniversario de la llegada a Facebook de su jefa de operaciones, Sheryl Sandberg. Tres días antes había publicado un largo texto donde mezclaba explicaciones y disculpas. Y promesas de acciones para que no vuelva a ocurrir.

El famoso algoritmo de Facebook, del que tanto saben los muchos psicólogos de su plantilla, distribuye y organiza los contenidos a los que tenemos acceso, supuestamente por nuestro interés. La realidad es que esa construcción del interés ajeno se realizada a partir de los intereses de la red. Y, como era de esperar, el algoritmo de Facebook trabaja a destajo para que en las noticias que aparecen en los muros de los usuarios el escándalo aparezca lo menos posible y se prioricen las informaciones más positivas. El aura inmaculada de Zuckerberg debe mantenerse a salvo, al menos en sus dominios. La empresa invierte una millonada en equipos de prensa y marketing cuya misión es protegerle de salpicaduras incómodas. No es solo hermetismo comunicativo -el control sobre lo que pueden decir sus empleados en público es estricto-, también se formulan campañas de promoción personal cuando hay que contrarrestar los efectos de alguna tormenta: cuando el escándalo de las noticias falsas sacudía de lleno al gigante, Zuckerberg realizó, en el marco de sus retos anuales, una gira por parte de la América profunda. Llegó a especularse con sus ambiciones de presentarse a unas futuras elecciones presidenciales pero fue más resultó ser una maniobra de distracción.

El programador Javier Padilla ha realizado un revelador experimento para saber qué datos almacena Facebook y que muchos usuarios desconocen, descargando el archivo que la contiene desde su cuenta: localizaciones, aplicaciones, su lista de mensajes y amigos, seguidores y peticiones de amistad, todas sus fotos, toda su agenda de su teléfono... No es de extrañar que, ante la famosa pregunta que aparece en cuanto entras en la red, "¿qué estás pensando?", muchos usuarios empiecen a plantearse una respuesta cargada de desconfianza: "En borrarme".

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