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María Santos Fernández: "EE UU te anima a salir de lo común y me ha permitido fusionar robótica y música"

Investigadora y violinista, desarrolla una novedosa tesis en el prestigioso Instituto de Tecnología de Georgia, en Atlanta

María Santos, en su laboratorio del Georgia Tech, posa con su violín y varios robots.

Al entrar en la Universidad aparcó el violín para su disfrute personal y se enfocó en la Ingeniería Industrial como profesión de futuro. Hasta que EE UU le brindó la posibilidad de aunar ambas facetas. "Antes de venir ni siquiera me lo había imaginado, pero el país te anima a salirte de lo común y me ha permitido fusionar la robótica y la música en un proyecto de investigación", celebra María Santos (Caldas de Reis, 1990).

Durante el último año de carrera trabajó con el profesor Joaquín López en el laboratorio de robótica y solicitó una codiciada beca Fulbright para ampliar sus estudios con un máster en el Instituto Tecnológico de Georgia (Georgia Tech).

Llegó a Atlanta en 2014 y se integró en el grupo de Magnus Egerstedt, especializado en robótica de enjambres, la línea en la que ahora desarrolla su doctorado. "Se inspira en la colaboración de animales como las hormigas o las abejas. Si eres capaz de coordinar un número muy elevado de robots, centenares o miles de ellos, puedes conseguir que alcancen objetivos muy complejos que por sí mismos serían incapaces de lograr", explica María, que actualmente cuenta con otra beca de La Caixa.

Su tesis integra dos proyectos: "El más técnico trata de dar respuesta a los problemas de cobertura. Estudiamos cómo un enjambre de robots se distribuye en un área. La ventaja de enviar un equipo a explorar un bosque o la superficie de Marte es que no pasa nada si uno se pierde o cae en un cráter. El resto continúa con su misión. En mayo lo presentaré en una conferencia en Australia".

El segundo reto, el "más creativo", vincula los autómatas a la música. "Intento incorporar la robótica de enjambres a las artes escénicas. La idea es que cuando una persona esté cantando o tocando un instrumento sobre el escenario los robots se muevan, no de la forma en que le ordenemos, sino a partir de las propiedades de la música, su ritmo, tonalidad o armonía, y de la relación con sus compañeros", detalla.

El año pasado, una bandada de drones sobrevolaba a Metallica en su gira europea, pero la iniciativa de María es mucho más ambiciosa. En su laboratorio trabaja con robots de pequeño tamaño y un teclado, pero aspira a tocar el violín mientras los autómatas danzan a su alrededor.

Y es que arte y ciencia tienen más vínculos de los que a priori pensaríamos: "Exploramos el potencial de la música. Hay notas que juntas funcionan correctamente y otras que no. Y cuando alguien toca en grupo es capaz de corregirse para no desentonar y que el resultado sea agradable. Lo que intentamos es analizar esas estructuras matemáticas y aplicarlas al control de robots".

Respecto a los pronósticos más apocalípticos, María prefiere el optimismo: "No creo que a nadie le gustas desarrollar hoy el trabajo monótono que se hacía en las fábricas de Ford hace 100 años o renunciar a las comodidades de tener en casa una lavadora, que es un robot. Los avances siempre mejoran nuestra vida, pero hoy van a un ritmo tan rápido que nos dan más vértigo".

Orgullosa de sus orígenes -"Le digo a todo el mundo que vengo de un pueblo en el que el panadero te lleva el pan a la puerta de casa"-, María se siente "muy afortunada" de poder trabajar en el Georgia Tech, una de las principales universidades tecnológicas del país y la primera en implantar un doctorado en robótica.

"EE UU impulsa el trabajo en la intersección de áreas y aquí hay muchísima colaboración y todo el mundo está dispuesto a ayudarte. Lo que me gusta del país es que apuesta por la investigación aplicada pero también por la básica. Reparte sus fondos entre muchos investigadores porque sabe que alguno de ellos logrará un resultado que cambiará el mundo", destaca.

Y también aplaude su mentalidad: "En EE UU a los niños les dicen que pueden ser astronautas. Tienen una cultura del sueño, mientras que los españoles tenemos más miedo al fracaso y a veces somos nosotros mismos los que nos frenamos. En cambio aquí te dicen que si te caes diez veces de la bici, al siguiente intento lo lograrás".

De ahí que María no se plantee un regreso inmediato: "El mundo laboral es mucho más diverso para la gente con un doctorado y te valoran muchísimo. Y no se trata solo de dinero, sino de tener medios y libertad para trabajar tanto en la universidad, como en los laboratorios nacionales o la industria. Uno de mis compañeros se va a Tesla para avanzar en la conducción autónoma. No veo que existan retos así en España ni un reclamo por atraernos de vuelta".

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