A pesar de que Galicia cuenta desde 2015 con la Ley de Muerte Digna, que regula derechos reconocidos en la Ley de Autonomía del Paciente de 2002, apenas 7.000 gallegos han realizado su testamento vital, documento en el que la persona expresa cómo desea ser tratada al final de la vida. Sobre el documento de últimas voluntades, la limitación del esfuerzo terapéutico, los cuidados paliativos y la sedación paliativa hablará hoy (16.30 h.) Ascensión Cambrón, doctora en Filosofía del Derecho y vicepresidenta de la Derecho a Morir Dignamente (DMD) Galicia, en la Escuela Universitaria de Estudios Empresariales, dentro del Programa de Mayores de la Universidad de Vigo.

-¿Cómo morimos?

-Morimos dependiendo de dónde y de quién nos atienda. Esto es lo que determina que mueras mejor o mueras mal. Y con esto no me refiero a que no recibas la atención sanitaria adecuada, que es como tiene que ser, sino a que se respete o no la voluntad del paciente sobre qué atención quiere recibir al final de su vida. Para mí, morir mal es cuando un paciente solicita no recibir unos recursos terapéuticos extraordinarios o pide acabar con su vida porque el sufrimiento es insoportable y para ello necesita la colaboración de un profesional sanitario, y no se le permite. Este último supuesto es imposible tanto en Galicia como en el resto del Estado, porque el suicidio asistido está penado.

- ¿Y se respeta la voluntad del paciente cuando rechaza que se le alargue la vida?

-Aunque la ley permite que si el paciente no tiene solución clínica no se le aplique recursos extraordinarios, algo que parece de sentido común, aún existe un sector de profesionales sanitarios que se resiste a respetar la voluntad del paciente. Y esto es algo que debería hacernos reflexionar porque si la ley lo permite y además lo identifica acorde con la lex artis, no cabe objeción de conciencia. Por ello, es importante para quien no quiere que se le prolongue la vida innecesariamente que registre esta voluntad porque es lo que le va a dar las pautas a los profesionales sanitarios y también porque puede haber disensión entre los distintos familiares.

-¿Cuál es su implantación del testamento vital en Galicia?

-La demanda va en aumento, y esto es por los esfuerzos que desde DMD estamos haciendo para informar a la población sobre este derecho que tiene, y que realmente deberían divulgar quienes lo aprobaron. Tenemos que hacer que entregar este documento sea algo sencillo y que alguien que viva en el rural no tenga que desplazarse hasta las cabeceras de provincia o las grandes ciudades para registrarlo porque también se permite hacer ante notario, pero esto cuesta dinero, y ante dos testigos, algo que tampoco es fácil de conseguir siempre. Hay que desatascar esto. En el País Vasco hay 21.000 documentos de voluntades anticipadas; nosotros tenemos 7.000. Y que se divulgue es la primera condición para que aumente el registro.

-La muerte sigue siendo un tema tabú, ¿por qué?

-Creo que lo del tabú es una realidad que no es improvisada. Vivimos en una tradición cultural con una alta presencia del catolicismo y del control, y controlar la muerte socialmente da poder. Solo ahora, cuando los avances médicos nos han mostrado que se puede morir psíquicamente y como persona pero no así biológicamente, es cuando se está creando esa conciencia social de que está desatendido el final de la vida. Lo que ocurre es que hay poderes políticos y sociales de cariz integrista que siguen manteniendo que la vida la da y la quita Dios. Y respeto a quien lo crea, aunque tengo la convicción de que el asunto de la buena muerte es un asunto prepolítico y que es una intuición que acompaña a muchas personas más allá de su ideología.