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Marcos Martínez Romero: "La ciencia genera cada vez más datos pero si no son de calidad el problema es enorme"

El ingeniero de investigación guardés Marcos Martínez, en el campus de Stanford (EE UU).

Su abuelo le regaló el primer ordenador "de casete" a principios de los 90 y acabó "enganchado" al mundo de la informática. "No sé cómo se le ocurrió, pero creyó que tendría mucho futuro. Era jefe de máquinas de un barco y viajaba por todo el mundo. Le estoy muy agradecido", recuerda varias décadas después Marcos Martínez (A Guarda, 1981) desde la prestigiosa Stanford, donde desarrolla herramientas para que la ciencia biomédica pueda ser generada y replicada en laboratorios de todo el mundo con garantías de calidad. Un soporte decisivo para permitir que el conocimiento siga avanzando.

Doctor en Ciencias de la Computación e Inteligencia Artificial por A Coruña, llegó en 2013 al Centro de Investigación en Informática Biomédica (BMIR) de Stanford, una "referencia mundial" en la representación del conocimiento en este ámbito. Su estancia de un año como visitante se prolongó y en 2015 era contratado como ingeniero de investigación.

El objetivo del BMIR, que forma parte del departamento de Medicina, es la puesta a punto de métodos estándar para la adquisición y procesamiento de la información aplicables a la investigación, los avances en la lucha contra enfermedades o directamente a la práctica clínica, por ejemplo, prestando apoyo a la hora de decidir un tratamiento.

Según una encuesta realizada por Nature entre 1.500 investigadores, la mayoría de ellos -por encima del 70%- reconocieron que habían sido incapaces de reproducir los experimentos de otros científicos y, en más de la mitad de los casos, incluso los suyos propios.

"Estamos ante un gran problema porque reproducir las investigaciones es esencial para que la ciencia pueda seguir avanzando a partir de esos resultados. Y esta imposibilidad genera millones y millones de pérdidas. En EE UU, el Gobierno ya exige a los estudios que financia garantías de que podrán ser replicados", explica Marcos.

De ahí que uno de los principales proyectos actuales del BMIR y al que el experto guardés dedica la mayor parte de su tiempo, el CEDAR, tenga como misión la de crear una estructura software que facilite describir en detalle los pasos que se dan en el laboratorio, además de desarrollar plantillas estándar de metadatos -datos sobre los datos, por ejemplo, referentes a cómo, cuando o quién los recopiló-.

"Hoy se habla mucho de Big Data y de la cantidad ingente de información que manejamos, pero lo importante es que se haya generado de forma limpia y se pueda integrar en un único lugar sin que dé lugar a conclusiones erróneas. La ciencia genera cada vez más datos, de un mayor número de fuentes y de manera más rápida, pero si no son de calidad el problema es enorme. El Big Bad Data es un obstáculo todavía mayor", advierte.

Además de idear nuevas herramientas, los expertos del BMIR también mantienen en funcionamiento proyectos anteriores como Protégé, el editor de ontologías -sistemas de representación de la información- más utilizado en el mundo, y BioPortal, el mayor repositorio de éstas que existe.

En el BMIR trabajan ingenieros de investigación como Marcos, pero también profesores, médicos y estudiantes de Stanford. "Trabajar en un entorno así es muy motivador y te ayuda a avanzar. Me gusta transmitir a la gente joven la idea de que con actitud y constancia se puede conseguir todo. Esto no significa que deban dejar Galicia ni España, pero sí que hay oportunidades y que, al menos, tienen que intentarlo", anima.

Ser una de las primeras universidades del mundo y contar con varios premios Nobel en plantilla no ha librado a Stanford de los recortes al I+D aplicados por la Administración Trump: "El cambio de gobierno ha tenido efectos y es algo que preocupa. La financiación para el proyecto CEDAR se cortó y hubo que buscar alternativas. La ventaja es que al tratarse de una institución de este nivel siempre se consiguen fondos".

Marcos comparte esta aventura americana con su mujer Sofía, una educadora social y psicopedagoga de O Rosal que está haciendo su tesis en Stanford. Él acaba de conseguir la Green Card, la residencia permanente, y su idea es sacarle partido. "Siempre tienes la esperanza de volver algún día, pero faltan iniciativas. Todo lo que se invirtió en nosotros lo producimos ahora en otro lugar. Galicia y España están perdiendo población y un potencial de desarrollo económico muy grande", lamenta.

Además de trabajar en una institución de primer nivel, la pareja disfruta del entorno verde de Palo Alto. "Somos de pueblo y no nos gusta vivir en una gran ciudad. Y aquí puedes trabajar en una universidad como Stanford o en empresas del nivel de Google o Facebook sin tener que renunciar a una vida más tranquila. Voy en bici cada día a trabajar y la gente es muy positiva, siempre tienen una sonrisa".

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