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Andrew Funk:"No es fácil ser un sintecho, pero es menos estresante que pensar y trabajar"

"El salario social está bien siempre que el que lo reciba realice un esfuerzo para devolver lo que se le ha dado; no vale el modelo de la caridad"

Andrew Funk. // L.M.

Andrew Funk (Minnesota, EE UU, 1982) es norteamericano y fundador de la asociación Emprendedores sin techo, un proyecto con el que ayudar a personas que viven en la calle a encontrar trabajo y reinsertarse a la sociedad. Pero con un modelo diferente, alejado de la caridad, en el que no encaja todo el mundo y en el que logra el éxito debe devolver a la asociación el dinero invertido en él. La idea surgió de su propia experiencia, de verse en la calle, sin nada.

-Usted llegó a España en 2003 sin trabajo y sin papeles. Era un ilegal.

-Sí. Era joven y no sabía cómo iba eso. Era la primera vez que salía de mi país, de Estados Unidos, y cuando comprendí la situación pensé: ¿qué puede pasar, que me expulsen? Pues saldré en la CNN como el primer norteamericano que deportan de España. En lo único que pensaba era que quería trabajar.

-¿Y cómo lo arregló?

-Monté una empresa, una academia de inglés, demostré que tenía facturación y me dieron los papeles de residencia.

-¿Si se nace pobre se tienen todas las papeletas para morir pobre?

-No necesariamente, pero existe la pobreza generacional, o dicho de otro modo, el sueldo que tenían tus padres lo tendrás tú, simplemente porque el ser humano tiende a repetir roles.

-¿Es posible salir de la indigencia?

-Cuando alguien me dice que es imposible yo digo que sí, que se puede. Los sintecho no son muertos en vida, y si los vemos así, sin oportunidades, es abandonarlos. Hay que cambiar el enfoque y creer que se puede mejorar, pero siempre que haya voluntad, recursos y personas que quieran trabajar.

-¿Usted fue un sintecho?

-Fui un sinhogar y por muy poco un sintecho, pese a trabajar desde las siete de la mañana hasta la una de la madrugada y ganar 3.000 euros al mes. Un socio, por su mala gestión, me llevó a la ruina. Eso coincidió con el nacimiento de mi primer hijo, y la situación fue muy, muy complicada. Las peleas eran continuas, las deudas crecían... yo no quería que mi hijo viviera en ese ambiente, y me fui a buscarme la vida. Y entonces me encontré en la calle. Ganaba 3.000 al mes pero tenía que pagar 4.000. Así que la deuda seguía creciendo. Viví a costa de amigos y conocidos, y cuando ya iba a quedarme en la calle, una persona me abrió la puerta y me ayudó.

-¿Cómo se pasa de una vida más o menos cómoda a ser un sintecho?

-Lo peor es no tener miedo a estar sin casa, creer que eres fuerte y que te dé igual tener un techo o no, porque así cavas tu propia tumba. Hay que ser constante, pelear cada día.

-¿Su asociación recibe muchas solicitudes de ayuda?

-No ayudamos a todo el mundo. Hay que cumplir unos requisitos, y el primero es que esa persona quiera trabajar, que enfoque su futuro y que dé a conocer su historia. Porque la única manera de ayudar a alguien es si se da a conocer, comunicándose. ¿Por qué se va a ayudar a alguien que no se sabe quién es ni por qué está en esa situación? Y el segundo es que cuando logra ingresos, tiene que ayudar a la asociación reintegrando el dinero que se ha invertido en él, de tal manera que genera riqueza para hacer con otras personas lo mismo que con él.

-¿Qué opinión le merece el salario social o renta básica?

-Bien siempre que el que lo reciba realice un esfuerzo, dentro de sus posibilidades, para devolver lo que se le ha dado. Vamos a ver, si una persona tiene una discapacidad del 33%, eso significa que tiene un 67% de capacidad con la que puede trabajar. Te puede faltar una pierna, pero tienes cabeza. Bien, pues ponla a funcionar en lugar de lamentarte. Lo más fácil es recibir una paga y olvidarte, no tener que pensar.

-Hay quienes dicen que los sintecho no quieren dejar de serlo.

-Se calcula que aproximadamente el 40% de ellos. No es cómodo vivir en la calle, pero una vez que te acostumbras tienes una rutina y unas garantías. Sabes a dónde acudir a pedir ayuda en determinados momentos -comida, cama...- y cómo buscarte la vida. Y es menos estresante que estar dispuesto a esforzarte, pensar y trabajar. Y si recibes una ayuda a cambio de nada, te acostumbras a vivir así y no tienes más preocupaciones. Esto no vale. A nosotros no nos vale. No se trata de dar caridad, sino de hacer que la gente aproveche su talento, lo trabaje, enfoque su futuro y genere riqueza.

-¿Han tenido algún éxito?

-En dos años, cuatro personas abandonaron la calle y están trabajando y con una vida normalizada, y estamos trabajando con otros doce. No garantizamos milagros, pero sí un enfoque diferente, para sumar, y que queremos compartir.

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