La sociedad ha pasado en poco menos de diez años de aspirar a la realización a buscar la supervivencia. La tensión es global y el discurso tradicional del progreso se resquebraja. Muchos contemplan cómo sus expectativas caen y empiezan a dudar del relato de prosperidad y paz en el que han sido educados. Nuevas voces invitan a contemplar soluciones más simples y drásticas y, como alguien bajo una crisis de estrés que sólo piensa en blanco o negro, los colectivos consienten que la amígdala se convierta en el sherpa que les guíe en la migración desde lo estable y caduco hacia la jungla líquida que sin duda esconde oportunidades, pero también infinidad de retos. Analizamos con varios expertos cómo y por qué tiene éxito la nueva propaganda.

La posverdad es el entorno

Con las instituciones de vigilancia democrática debilitadas, como la justicia y la prensa, los nuevos discursos fluyen por el torrente de información analógica y digital que atraviesa estos filtros mermados hacia la maquinaria que sigue dando y quitando el poder en Occidente, los procesos electorales. Así, la propaganda se infiltra con poco esfuerzo en los dispositivos y plataformas de donde obtienen los votantes la información que necesitan para tomar decisiones. La rapidez con que se produce la información y las dificultades para rastrear su origen y calidad intoxican al receptor que termina por guiarse a través del instinto entre los titulares.

Es el entorno en el que surge la llamada "posverdad". El doctorando de la Universidad de Alicante y profesor colaborador Pablo de Gracia recupera la definición que el Diccionario Oxford ofrece a este término antes de iniciar su análisis del momento informativo que está marcando los últimos años de esta década: "Circunstancias en las que los hechos objetivos tienen menos influencia en la formación de la opinión pública que los que apelan a la emoción y a las creencias personales".

El sociólogo analiza qué características tendría este clima de posverdad. "Nos encontramos en un sistema societal donde, de forma relevante, diferentes grupos hacen uso de argumentos o ideas que son mentiras o falsas, con el objetivo de alcanzar la máxima eficacia comunicativa para interpelar a sus interlocutores", escribe por correo electrónico. Mentiras y medias verdades se presentan ante el consumidor con una apariencia en ocasiones muy difícil de diferenciar de la que tiene la información veraz. Su objetivo no es hacernos pensar, sino abrir un boquete en nuestro blindaje racional y estallar en nuestro circuito íntimo de creencias, miedos y esperanzas.

Funciona. Antonio Manzanero, profesor de Psicología en la Universidad Complutense de Madrid y director del grupo de investigación en Psicología del Testimonio, asegura que para nuestro cerebro "la información que no es emocional es irrelevante". "Si pensamos en las cosas que han pasado en los últimos diez años, nos van a venir recuerdos de tipo emocional. Y su influencia en la toma decisiones es mucho mayor", asegura. Así, se comprende por qué a algunos políticos les merece la pena inflar las cifras para terminar de indignar a los británicos descontentos con la UE; reportar agresiones y asesinatos inventados a partir de hechos reales para azuzar a la población blanca contra minorías étnicas en la campaña por la Presidencia de EE UU; falsear datos económicos y manipular un recuento de votos a fin de legitimar el discurso secesionista en CataluñaUE o llamar yihadistas y mafiosos de manera generalizada a todos los refugiados y extranjeros con el objetivo de dar oxígeno al pensamiento xenófobo en el único gran país sin ultraderecha parlamentaria de Europa. Son actores nuevos que se abren paso a machetazos en la esfera pública, que les responde.

"Ante estos mensajes quienes son interpelados tienen que tomar una decisión. ¿Qué emociones tengo al recibir esta información? ¿Coincido con el contenido del mensaje? Si la acción comunicativa es eficaz, es lógico pensar que todo este proceso será favorable al emisor, o al menos situará al receptor en el lugar que quiere el emisor", explica el sociólogo. La visión de quien difunde estos mensajes recibe atención. Se cumple la efectividad del "difama que algo queda", como apunta Manzanero.

La posverdad es, para De Gracia, el paisaje brumoso e incierto en el que la propaganda llega a competir eficazmente con la información. Un entorno en el que sus piezas de artillería básica, las noticias falsas (las llamadas fake news), deforman el intercambio informativo que se necesita para orientarse en los momentos críticos.

Todos caemos en la trampa

"Internet ha cambiado las reglas del juego. Antes eran los medios de comunicación de masas quienes ejercían de 'gatekeepers' -'porteros' que deciden qué información se publica o no, en argot periodístico-, pero ahora estamos en un ecosistema abierto dominado por redes sociales, aplicaciones de mensajería y buscadores en el que cualquiera puede generar contenido y distribuirlo. Te llegan contenidos fiables, pero también información falsa. Como aparecen desprovistos de la marca del autor, el usuario tiende a igualarlo todo. Mucha gente tiene problemas para diferenciar si lo que le llega es información, humor, periodismo basura o amarillo, propaganda o bulos", cuenta José Alberto García Avilés, profesor del máster en Innovación en Periodismo de la Universidad Miguel Hernández (UMH) de Elche.

La estadística le da la razón en cuanto a la enorme vulnerabilidad de la población a las noticias falsas. Manzanero es el coordinador del I Estudio sobre el impacto de las fake news en España, publicado a mediados de año. Entre sus conclusiones destaca que la confianza de los españoles en su ojo para detectar noticias fraudulentas es mucho mayor que su capacidad real.

"Antes de ser sometidos a una prueba de detección, el 60% de los entrevistados pensaba que sabían diferenciar la información falsa de la verdadera en una serie de vídeos informativos. Sólo el 15% supo hacerlo con éxito en la prueba", cuenta por teléfono. Más de la mitad creyó que era cierto que "Jordi Pujol amenazó al Estado con que si iba a la cárcel publicaría un dossier que haría caer la democracia en España" a la vez que un 44% no aceptaba la veracidad de la que rezaba: "Detienen a un hombre por llamar 2.600 veces a una compañía telefónica para no estar solo". Un ejemplo reciente de este sesgo: un edil del PP de Benidorm -y el portal de noticias de la plataforma ultraconservadora Hazte Oír Actuall- reaccionó con ira al creer este verano que la noticia falsa titulada "La Generalitat estudia modificar los Moros y Cristianos para 'no violentar' al pueblo musulmán" publicada por la web -abiertamente satírica- "Visca Alacant" era cierta. Nuestra memoria emocional nos engaña y los manipuladores lo aprovechan.

El trabajo de Manzanero también buscó, en entrevistas realizadas a una muestra de 2.000 personas de todo el país, la probabilidad de encontrar a un creador de contenido falso. Y halló que un 4% de la población lo ha hecho al menos una vez y que un 2% las ha distribuido. Los datos recabados por el psicólogo dicen que un 93% de los fabricantes de falsedades lo hizo "por diversión o porque no hace daño", mientras que un 3,5% admitió hacerlo "por negocio" y otro 3,5% "para perjudicar a alguien". Las motivaciones son equiparables a las que encuentra en uno de sus vídeos la periodista Clara Jiménez Cruz, uno de los rostros visibles de "Maldito Bulo", página dedicada a desmentir informaciones falsas que circulan por la red "por dinero o por ideología".

Desfigurar la realidad es económicamente rentable. En la era del "clickbait" (anzuelo para clics) y la viralidad los emisores cobran directa o indirectamente por cada visita que reciben. Así, para webs y páginas de contenido de actualidad y también para algunos medios de comunicación, hacerse eco de una improbable aparición de un animal monstruoso en las alcantarillas de una gran ciudad e ilustrarlo con un fotomontaje o difundir una cadena de Whatsapp con un vídeo de un guardia civil abrazando a un vecino avergonzado por los escraches en Cataluña y hacerlo pasar por el propietario del hotel donde se alojaban los funcionarios es dinero fácil.

Aunque la mayoría de quienes difunden estos contenidos creen que es inofensivo, el autor del informe recuerda que las " fake news no son inocuas y en gran parte son interesadas".

La segunda de las motivaciones para participar en este renacer de la propaganda y la manipulación emocional es el fin ideológico. En opinión del profesor de la UMH, las noticias fabricadas al 100% son las menos perjudiciales porque el contenido es fácil de detectar, mientras que las medias verdades de las fake news "siempre usan un componente verdadero para engañar".

Dos de los máximos exponentes internacionales en el ámbito de los medios de comunicación son la web pro Trump que ha articulado el discurso de la "alt-right" estadounidense (derecha alternativa), "Breitbart", y el conglomerado mediático sufragado con fondos gubernamentales rusos "Russia Today", centrado en ofrecer una visión escéptica de Occidente y de alguna manera incrédula con los grandes medios liberales. Aunque tiene defensores en nuestro país -Alejandro Miquelarena, periodista especializado en Rusia, asegura que RT ofrece puntos de vista ignorados por la prensa internacional sin que sus dosis de propaganda "superen la que ofrecen otros medios"-, es considerada mayoritariamente como un aparato diseñado para desestabilizar a la UE y sus aliados. Combina coberturas impecables con noticias de factura dudosa.

Más periodismo

Quienes filtraban la información en exclusiva en la era analógica atraviesan una crisis de modelo económico y también de credibilidad -"la recesión ha causado estragos en su independencia", admite la presidenta de la Federación de Asociaciones de Periodistas, Elsa González- que merma su capacidad de contrarrestar la influencia de los nuevos medios.

González no niega que haya manipulación y propaganda también en los medios de comunicación, pero invita a redescubrir los beneficios del periodismo profesional. "Las redes nos mantienen comunicados, pero los medios nos mantienen informados. Las redes son ese gran patio de vecinos donde cualquiera puede lanzar cualquier noticia sea cierta o no. Sin embargo, a cualquier medio profesional se le pueden pedir explicaciones sobre lo que publica".,a firma. "El periodismo profesional tiene unos estándares de calidad que los medios amateur y el mal llamado periodismo ciudadano no tienen: dominio de las formas de contar, verificación de la información antes de publicarla y transparencia en los procesos de producción. Nosotros no jugamos con la información", reflexiona García Avilés.

Cuando un medio explicita qué persona física o jurídica está detrás de él, facilita el trabajo de la justicia, por lo que garantiza que responde judicialmente de su contenido. Quien publica en ellos se arriesga a ser juzgado "por delitos de injurias y calumnias, contra la integridad moral, de odio o de estafa", como enumera Mar Carrasco, catedrática acreditada de Derecho Penal de la Universidad de Alicante. Quien publica desde el anonimato se expone mucho menos: las investigaciones de oficio de una justicia y una policía saturada tienen "prioridades mayores" en la red, como luchar contra el abuso infantil.

La solución para combatir la expansión de las noticias falsas para ambos expertos es "más periodismo" y dejar que el tiempo ponga a cada actor en su sitio. "Es el usuario quien debe premiar con su confianza a las marcas que le ofrezcan más veracidad y confianza", apunta la presidenta de la FAPE. De momento, Facebook ya ha modificado su política de jerarquización de los contenidos que muestra a sus usuarios: será más sencillo encontrar medios de prestigio que a quienes tienen como única credencial muchos clics y muchos likes.