Su unión fue tan intensa que ni la muerte logró separarlos. El caprichoso destino quiso que dos hermanos octogenarios de Redondela terminasen pácticamente juntos sus vidas. Tan solo con un día de diferencia. Antonio Amoedo Rodríguez, de 83 años, murió el pasado miércoles de un derrame cerebral y, justo cuando lo enterraban, fallecía en un hospital de Vigo su hermano pequeño, José, de 80 años, por una insuficiencia cardiorespiratorio. Un mazazo para esta familia de la parroquia redondelana de Reboreda, conocida como los "Carbalexo" por su vinculación en el pasado con la industria maderera, que hace tan solo un mes también perdían a otro de los hermanos, Armando, de 85 años.

"Nunca sabes cuando te va a llegar la hora, pero lo que nunca imaginas es que sea a todos a la vez, pero no queda más remedio que aceptarlo", lamentaba ayer Esteban Amoedo, uno de los hijos de José, durante el velatorio de su padre.

José nunca llegó a saber de la muerte de su inseparable hermano Antonio. Su familia no quiso decírselo al estar hospitalizado por una afección pulmonal, por miedo a que le afectase emocionalmente. Y ya no dio tiempo. Horas después le llegaba la hora cuando nadie lo esperaba. Toda la familia estaba en el funeral de Antonio cuando les llegó la triste noticia.

Concepción Amoedo -hija de Antonio-, recuerda como anécdota que en el funeral de su tío Armando, el pasado 20 de julio, mientras los amigos de la familia le daban el pésame a su padre este les decía: "Ahora me toca a mí por la edad", ya que era el siguiente con 83 años. Pero lo que no se esperaba es que fuese solo un mes después. "Estaba perfectamente, con algún achaque propio de la edad pero con buena salud", recuerda su hija, que destaca que hasta el último día hacía una vida normal. Daba sus paseos, conversaba con los amigos e incluso iba al huerto, porque el campo era una de las aficiones comunes de los tres hermanos. "La muerte de Armando les afectó bastante a los dos, fue un golpe anímico muy duro", destaca Concepción.

Pese a la tristeza por las tres pérdidas tan seguidas, a sus familiares les queda el consuelo de que los tres tuvieron una vida plena y feliz hasta el último día. "Eran siempre muy alegres. Les gustaba mucho la fiesta, y cuando nos juntábamos las familias se notaba que disfrutaban y eran los que animaban la reunión. Les vamos a echar mucho de menos, se va a notar mucho su ausencia", señala Concepción.

Los hermanos Antonio, José y Armando en una foto de juventud. // Cedidas por la familia

Antonio, José y Armando siempre estuvieron juntos. La escasa edad que separaba a los tres hermanos, un intervalo de solo cinco años, reforzaba su unión, ya que compartían juegos, aficiones, amigos e incluso trabajo. Solo un hermano mayor, Alfonso -falleció hace 34 años-, siguió con la tradición familiar en el sector de la madera. Los tres pequeños se decidieron por el ámbito industrial, que cada vez tenía más pujanza en la localidad vecina de Vigo. Y juntos probaron suerte en la fábrica de cervezas Skol cuando esta se asentó en la ciudad olívica. Allí pasarían prácticamente toda su vida laboral, casi cuarenta años, hasta que la planta cerró y les obligó a una jubilación forzosa. "Todavía recordamos como iban en principio los tres en bicicleta desde Reboreda, o también se colgaban de los trenes que pasaban hasta que Armando se compró un coche, un Seat 850, en el que iban todas las mañanas", comenta uno de los familiares.

Amantes del campo

Y cuando no trabajaban en la fábrica lo hacían en la finca, donde se entretenían plantando verduras y hortalizas, o cuidando a los animales, ya que siempre tuvieron vacas, cerdos, ovejas y gallinas para uso doméstico. "Les gustaba mucho el campo, cultivaban de todo, hasta hacían su propio vino. Incluso uno de los tres -Armando- llegó a montar un furancho para dar salida al excedente de la cosecha", recuerda Esteban.

Y hasta casi sus últimos días iban al huerto a atender los cultivos. "La satisfacción que nos queda es que llegaron hasta el final de sus vidas en buenas condiciones y con una calidad de vida óptima para una persona de ochenta años. Se notaba que tenían ganas de vivir, eran gente fuerte, de los que se agarran a un clavo ardiendo cuando les afectaba algún problema de salud por importante que fuera. Enseguida decían que no pasaba nada, parecía que nada podría con ellos", cuenta Concepción.

Ahora, estén donde estén, seguro que los tres hermanos se encuentran juntos. Unidos en la vida y en la muerte.